Señor ministro, no existen las ratas humanas
En Colombia hay mucha gente buena, noble y decente, como para que los artífices de la creación de una opinión general tan infame puedan lograr su propósito.
Por Gabriel Ángel
Ahora resulta que los guerrilleros del ELN son ratas humanas, según el pulcro ministro Juan Carlos Pinzón. La grotesca afirmación, que sin duda alguna equipara a quien la formula con la perversidad que atribuye a quienes acusa, tiene como fundamento, por lo que se lee en la prensa, algunas versiones supuestamente recogidas por funcionarios de la Defensoría del Pueblo entre la población civil de la zona donde se presentaron los hechos invocados.
No hay un solo testimonio verificable que pruebe la especie difundida, tanto así que se anuncia una investigación al respecto y se ofrecen recompensas a quienes se presenten a confirmar que un hecho tan roedor así ocurrió. Se trata de un simple rumor, un cuento de esos que alguien inventa y echa a rodar en medio de las habladurías producidas por un acontecimiento que genera un grado significativo de alarma. Eso concluiría cualquier persona de sentido común.
Pero eso, una elemental actitud dictada por la ética y la prudencia, no parece ser la característica del ministerio de defensa de Colombia. Y lo que es más grave, de la Presidencia de la República, que también se lanza a expresar abiertamente imputaciones y descalificaciones. Que como es de esperar, son recogidas por la misma prensa en primera plana, para alimentar el veneno y los odios contra las organizaciones alzadas en armas que claman por una salida política.
Un episodio así, recuerda otros de igual factura, como aquel famoso collar bomba de la época del Caguán, del que los medios aprovecharon para desatar la más canalla campaña de prensa contra las FARC-EP. A alguien, que nunca se sabrá quien fue, se le ocurrió decir que los autores de esa atrocidad pertenecían a las FARC. Y enseguida se desató el infierno. La Fiscalía y los jueces comprobarían después la falsedad de la acusación, pero la prensa jamás rectificó.
Está más que probado que la función de esos grandes medios no es investigar e informar la verdad, sino presentar al público la versión que le interese y convenga al poder, del cual, obviamente, ellos son parte integrante. Los guerrilleros del ELN han sido catalogados como ratas humanas. Y todo el mundo sabe que a las ratas hay que matarlas, con verdadero asco y con el mayor odio posible. Es más que sucio utilizar así los sentimientos de la gente.
Los resultados son los de siempre. Hay que ver los tuits que circulan por la red referidos al respecto. Al menos los que la misma gran prensa se ocupa de publicitar. En este país, por increíble que pueda parecer a muchos, hay agentes pagos por la inteligencia del Ejército y demás, cuya misión es estar en la red haciendo precisamente eso, sembrar la cizaña, precipitar el juicio condenatorio, avivar el fuego contra los herejes. Ahora mismo disfrutan de su bacanal.
Al que además, como prueba de que nunca son inocentes y espontáneos, añaden las naturales referencias a las FARC. El hecho reprochado al ELN también tiene que servir para despotricar contra el proceso de paz de La Habana, hay que regar la especie de que los del ELN son simples contratistas de las FARC, hay que echar a rodar que mientras las FARC hablan de paz, cese unilateral de fuego y desminado, sus compinches secretos hacen lo contrario.
Así se matan dos pájaros con el mismo tiro. Economía de esfuerzos llaman a eso los estrategas de la economía y la guerra. No puede ser, en Colombia hay mucha gente buena, noble y decente, como para que los artífices de la conformación de una opinión general tan infame y alejada de la realidad puedan lograr su propósito. Es claro que la difamación y la alimentación de odios persiguen la perpetuación de la guerra total y que son los de arriba los que lo buscan.
Si fuéramos más allá, para quienes puedan tildarnos de fanáticos, y supusiéramos, sólo supusiéramos que fuera cierto eso, que un guerrillero del ELN enarboló en sus brazos la pierna mutilada de un soldado para mostrarla como trofeo de guerra, eso daría para pensar muchas cosas, distintas a las que esputa el ministro. Quizás se tratara de un campesino sin estudios, de esos a quienes el Ejército Nacional y las AUC les masacraron sus familias en el Catatumbo.
Uno de esos tantos colombianos que ha heredado el rencor y el anhelo de venganza por las violencias sin cuenta recibidas del Estado. Algo así, de todos modos reprochable, y en eso no hay discusión, al menos podría tener explicación. Cosa muy diferente, en cambio, cuando presidentes, ministros y generales sonríen para la fotografía o la televisión, posando al lado de los cuerpos de los guerrilleros despedazados por las bombas. Ninguno llama a eso barbarie.
En la mente de toda Colombia están grabadas las imágenes de los despojos mutilados de Raúl Reyes, Jorge Briceño e Iván Ríos, conocidas y aplaudidas gracias a la generosidad de las grandes cadenas informativas. Como están grabados los rostros de felicidad de sus asesinos. El santo varón del Presidente Santos no tuvo pudor para reconocer ante la prensa sus lágrimas de dicha, tras enterarse del cumplimiento de su orden de ejecutar al Comandante Alfonso Cano.
Si Jesús dijo siembra vientos y recogerás tempestades, el gobierno de Colombia, que a diario siembra estas últimas, ¿con qué autoridad moral, con qué criterios de humanidad puede reclamar por lo que apenas constituye un ligero viento, en comparación con sus continuas huracanadas? No se trata de doble moral, o de cínica hipocresía, el escándalo armado devela la absoluta amoralidad, la degeneración abierta de las clases dominantes y su prensa.
Lo de Caracol Radio es la tapa, como dicen las señoras. Ahí están pintados. A la cabeza de sus tuits en la red, publican un montaje fotográfico o quizás algo que podrían catalogar como una obra de arte. Un atado de miembros humanos exhibidos al público. Buscan, de mala fe, que numerosos lectores identifiquen sus titulares con esa fotografía, que vean en ella, erradamente, la pierna del soldado supuestamente expuesta por el ELN. A toda Prisa que son repugnantes.