AFRODESCENDIENTES EN LAS CIUDADES: ENTRE EL DRAMA DE LA EXCLUSIÓN Y LA ESPERANZA DE EDUCACIÓN POPULA
Según ACNUR aproximadamente 200 millones de personas de descendencia africana viven en las Américas, de estos, cerca de 10 millones viven en Colombia, principalmente en las costa s del Pacífico y del Caribe. En el Barrio Divino Niño de la Localidad de Ciudad Bolívar viven cerca de 300 Afrodescendientes desplazados de diferentes regiones de la costa pacífica. Entre ellos hay más o menos 40 de la familia Angulo.
Los Angulo son una numerosa familia afrodescendiente. Vienen desplazados de un corregimiento llamado San Lorenzo, en la región del Naya, municipio de Buenaventura, Valle. En su mayoría jóvenes y niños han salido desplazados hacia las periferias de la capital de la ciudad por diferentes razones. Unos salieron en los primeros años del 2000 cuando se generaron las primeras masacres paramilitares en la región del Naya, donde perdieron algunos familiares. Otros más recientemente salieron en busca de mejores oportunidades de vida y trabajo, desplazados por la guerra que el Estado le ha declarado a los pobres del campo en este país.
San Lorenzo es un corregimiento Ubicado a varias horas por río del casco urbano de Buenaventura, lo que hace costoso el transporte hacia el puerto de la costa pacífica. Esto obligo a que muchos de ellos tuvieran que trabajar desde niños en minería de bareque o cultivos de coca, pues resulta más rentable para vivir el cultivo de coca o la minería que sembrar alimentos, otra de las condenas al campesinado colombiano. Y sin embargo, los gringos y oligarcas de este país se han encargado de fumigar pedazo por pedazo, acabando con la fuente de vida de los campesinos, pues el glifosfato afecta también cultivos de pancoger y las principales fuentes hídricas.
Al llegar a Bogotá se encuentran con una situación peor: esta no es su tierra, no conocen a nadie, los explotan laboralmente y no les garantizan ningún derecho. Qué derecho a la educación va tener alguien que tiene que trabajar 14 horas de lunes a sábado para poder llevar comida a su casa y sus hijos. Cuenta uno de ellos un testimonio de explotación laboral: “entramos a trabajar en construcción y chatarrería por un salario mínimo, pero trabajábamos más que todos porque los patrones creían que por ser negros cargábamos más y entonces los ayudantes que tenían los otros a nosotros no los quitaban, solo por ser negros”. Las mujeres no corrieron con mejor suerte, en su mayoría están desempleadas o trabajan en el ámbito doméstico de familias clase media, donde les dan un trato y pago inferior, como se hacía en Colombia y el mundo con los y las negras hace cientos de años, en la época de la esclavitud. Pero hoy vemos que seguimos siendo condenados a esa esclavitud.
Algunos quisieran volver al lugar del que fueron desplazados, su tierrita. Allí ganarían menos dinero, pero serían más felices. Los pocos que se quieren quedar con la esperanza de encontrar mejor vida en esta desigual ciudad desean estudiar y tener una casa propia. La educación y la vivienda son derechos fundamentales según la constitución. Pero son fundamentales para unos pocos, porque para la inmensa mayoría no son más que una utopía desechada. En el Divino niño pueden encontrarse casa con hasta 5 núcleos familiares, pagando arriendo de 250.000 pesos por pieza, casi un 40% del salario. Por ahora se ve lejos la conquista de una vivienda para este pueblo marginado en todas partes. La educación sí que está más lejos, pues para sobrevivir hay que trabajar, y el tiempo no da. Y como si esto no fuera poco, en todas partes los discriminan por ser negros, para la muestra un botón: “en transmilenio nos cobran el pasaje a 2.000, creen que por ser negros tenemos que dar el puesto de primeras o acomodarnos donde nos pongan”.
Sin embargo, a pesar de la condición en la que se encuentran, en el seno de su familia está Geiner, un joven que fue líder comunal en su región, quién nos abrió las puertas para empezar a desarrollar un proceso de educación popular, particularmente de alfabetización. Desde Febrero de este año hemos venido trabajando por eliminar el terror de la ignorancia y el analfabetismo político. Nos hemos empeñado en una tarea de lucha cultural, en donde ellos son protagonistas de su propio proceso de aprendizaje, en donde aprendemos a leer la realidad para escribir la historia, su historia, su palabra. Con las dificultades que ello presenta, hay un germen de esperanza para esta comunidad: esperanza de luchar por una vida digna. Sabemos que el camino es largo, pero nos hemos atrevido a recorrerlo.
Este artículo lo escribieron ellos, solo soy quién desde la experiencia y la humildad de un educador popular le quiere dar voz a quienes nunca la han tenido o se les ha callado con violencia. Hoy, en los barrios populares, los pobres, los de abajo nos educamos colectivamente para construir nuestro destino, nuestro mañana, nuestros sueños, que han dejado de ser individuales, para convertirse en una esperanza colectiva. Geiner, María, Mariano, Yamile, Abraham, Luz Neisy, Doris, “Decio”, Daniela, “Chela”, Aldemar, Camila, Sara, Alejo, John, Greissy, Don Ángel, Doña Ines, “Frijol”, Elizaida, “Nene, Alejandro”: Gracias, hemos vuelto a soñar, hemos reafirmado que es posible construir otro mundo. Ustedes son la esperanza del pueblo colombiano, ustedes son la posibilidad de una nueva Colombia. Nos vemos en la escuela, en la calle, en la huerta, en la lucha!