El nudo de la Marcha Patriótica
El orden en el que fue castigada la izquierda colombiana tiene una lógica. Primero fue la lógica del anticomunismo puro. Luego fue la lógica del terror apocalíptico. La “Guerra Fría” otorgó licencia ideológica para matar en los patios traseros de América Latina. En los 80 la “Guerra Fría” estaba a un paso de su desenlace y el propósito del brazo asesino era eliminar los cuadros de la izquierda que estaban en la primera y la segunda filas. Lo consiguieron. Decapitaron a la izquierda. En los 90 y principios del milenio el propósito parecía traído de un libro de Dostoievski: matarlos a todos. Así fue como masacraron a los aldeanos de las poblaciones que simpatizaban con los blancos seleccionados y luego abatidos.
Digamos que todo esto es el pasado y que no hay manera de resucitar a los muertos salvo en el sentido metafórico. Digamos que los diseños de seguridad montados por Mingobierno sirvieron para algo y salvaron algunas vidas. Digamos que las sentencias contra algunas manos asesinas generaron escarmiento y disuasión. Digamos que la mano asesina teme a la justicia universal. Digamos que la “Guerra Fría”, en cierto sentido, concluyó y Washington se volvió menos condescendiente con la mano asesina por estos lados del hemisferio occidental. Digamos que algunas manos asesinas, siguiendo el ejemplo de Tony Soprano, fueron al sicólogo y este les exhortó a no seguir matando.
En toda masacre hay sobrevivientes. En Colombia hay sobrevivientes. Son los que consiguieron salvar el cuero cabelludo. Gente que estaba en las últimas filas de la izquierda. Sobre esta gente ha puesto sus ojos la mano asesina. El oficio de matar se vuelve fácil en estos casos porque es gente que carece de protección y recursos. Gente que no sale en las noticias. Su muerte violenta no acarrea titulares. No hay entierros pomposos ni declaraciones correctísimas de los agentes del Gobierno. No hay recompensas que pagar para quienes den alguna pista sobre la mano asesina. El caso más reciente sucedió el pasado 11 de octubre en un paraje rural del municipio de Suárez, Cauca. Benicio Flor Belalcázar era su nombre. Era miembro de Marcha Patriótica e impulsaba una candidatura indígena. Estaba metido en una campaña de pobres.
La mano asesina se adapta a las circunstancias. En el pasado mataba por lo alto. Mataban a las primeras espadas. En el presente mata por lo bajo. Mata peones. Los efectos son los mismos y los asesinatos no arrastran mucho aspaviento. No hay barullo. Lloran los familiares. La organización a la que perteneció el difunto expide un comunicado y punto. Una constancia. El nombre de la víctima moteado con un trozo de carbón sobre una piedra que hace de lápida, tal como se observa en los cementerios de los calvinistas.
El CINEP ha documentado decenas de activistas asesinados en la periferia territorial de Colombia en los últimos dos años. La mayoría son nuestros, dicen los lideres de Marcha Patriótica, pero también hay reclamantes de tierras y paladines de aldeas remotas que pelean por pequeñas causas y sólo son conocidos por algunos puñados de seguidores.
La biblia de los nudos es el reputado Libro Ashley. Son 3.854 nudos. Desde el nudo cabeza de turco hasta los tipos de nudos para amarrarse los cordones de los zapatos. Para llegar hasta donde la gente de la paz quiere hay que desatar algunos nudos. Esto de los asesinatos de líderes populares es uno de los nudos más peliagudos y más cuando el blanco principal es la Marcha Patriótica, una de las novedades en la enervante política colombiana.
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