A Antonio Morales, un amigo secreto
Después de navegar durante años en el dial mañanero de las emisoras de debate y análisis político, un día, por fin, me sentí agotada del formato acartonado del tema del día, de los comentarios a veces tan agresivos y predecibles de los y las oyentes y de los eternos elogios a los estereotipos femeninos de belleza. Eran las 6 de la mañana, prendí el televisor en el Canal Capital y estaba hablando Antonio Morales. A él me lo había encontrado en los viejos tiempos del Goce Pagano, donde aprendí a amar la salsa y, de alguna manera, siempre me había sentido cercana a él por su pinta de amigo de uno, en este caso de una, y también porque durante muchos años vivió en mi tierra natal. Y desde entonces me volví adicta del Canal Capital en su franja matinal, y muy particularmente de ese 'Primer café', de 6 a 8 de la mañana. Los análisis políticos de Antonio me encantan; con su frescura para decir las cosas, su fabulosa memoria de viejos acontecimientos políticos de este país, su manera de mamar gallo con los partidos o la gente de derecha, o incluso con él mismo, me parece, a pesar de la hora matinal, que yo estoy compartiendo ese primer tinto con él y su equipo, Ana María y Bruno. Y les cuento que cuando el teléfono timbra entre las 6 y las 8 de la mañana, a menudo respondo que no me molesten, pues estoy en mi clase de ciencia política con Antonio Morales, y que me llamen más tarde. Y hoy, porque sin duda Antonio ya está buscando una nueva chanfa, quiero expresarles a él y a su equipo mis agradecimientos por su manera de contarnos las noticias de este complejo país, de analizarlas cuando parecería que ya no hay palabras para volver sobre el tema de la muerte, el sinsentido de la guerra, para hablar de ética política, de filosofía, de diversidades, del sentido de la democracia y de equidad de género, aun cuando de ese tema particular me hubiera gustado que hable más. Pero bueno, tenía que tener algunas pequeñas lagunas, y de todas maneras sé que a un periodista hombre no se le puede pedir lo imposible. Cómo es de agradable, perdóneme mi confesión, el periodismo culto, intelectual e irónico. ¿Dónde quedaron las clases de humanismo y cultura general en las pobres facultades de Comunicación Social? Entonces, gracias al Canal Capital por esta franja y, de nuevo, gracias, Antonio, por tu manera de seguir dándonos esperanzas para reinventar el país; gracias por nunca hacernos perder del todo los ánimos para lograrlo, gracias también por ese primer café, que, entre mi lectura de EL TIEMPO y la escucha tuya, más de una vez me tocó tomármelo frío... Quisiera terminar esta oda al buen periodismo con unas felicitaciones al Canal Capital por algunos otros buenos programas que no todos conocen, por unas publicidades institucionales excelentes que merecerían pasar también por Caracol o RCN, particularmente dos de mis preferidas, una sobre el transgenerismo y otra sobre prejuicios sociales, que me conmovieron por sus impactos en relación con cambios culturales y desmonte de viejos estereotipos que nos envenenan la vida; por su programa Ni reinas ni cenicientas y por otro que ya se acabó, creo yo, que se llamaba El sofá; en fin, por estos esfuerzos para impactar la cultura, tan escasos en nuestra televisión nacional. Y quería decirlo hace tiempo, pero, en vista de que muy probablemente la programación del 2016 cambiará, pensé que era ahora o nunca.