En memoria de Alfonso Cano, defender diálogos de La Habana
Hay que movilizar a los sectores populares; el Frente Amplio debe corroborar si el cese unilateral se cumple y las violaciones y provocaciones de la Fuerza Pública persisten. Pero sobre todo el presidente debe entender que el mandato que recibió en las elecciones es para hacer la paz.
Los resultados electorales recientes, pese a que fueron adversos a la izquierda en general, significaron un respaldo a los diálogos de paz con la insurgencia. Así deben entenderse porque la mayoría de la votación la obtuvieron los partidos de la Unidad Nacional, gobiernistas. Pese a las vacilaciones y posiciones retrecheras de Cambio Radical, cuyo principal dirigente, el vicepresidente Germán Vargas Lleras, ha sido el más favorecido con las obras públicas y la mermelada del Gobierno Nacional. Este respaldo ciudadano en la contienda electoral regional deben entenderlo el Gobierno, el presidente Santos y los partidos oficialistas, como un llamado a defender los diálogos de La Habana y a sacar adelante el pronto acuerdo con las FARC-EP. Sobre todo es un llamado de atención a los partidos de la Unidad Nacional para que rodeen de apoyo al presidente Santos al que han dejado solo en el esfuerzo de solución política dialogada y abandonado en los momentos de crisis. Es la realidad que pareciera disiparse con la reciente visita de los congresistas a La Habana, pese a la actitud vergonzante y desagradecida de Cambio Radical, que se proclama, sin serlo, el gran ganador de las elecciones. En este contexto, el presidente tiene la sartén por el mango, no para imponer decisiones unilaterales como pretende hacerlo a diario, sino para fortalecer el proceso de paz, sobre todo facilitando nuevos acuerdos bilaterales, como los más recientes, que despertaron enormes expectativas en el país y en el exterior. Al contrario, Santos parece no entender el sentido del apoyo que recibió y sigue jugando con fuego, permitiendo que el cese unilateral esté en peligro y argumentando, sin razón, que los acuerdos logrados, incluyendo el de justicia y sobre todo este, se pueden modificar al capricho suyo y de la presión de la clase dominante. El escritor Michael Reid, en reciente artículo en The Economist, dice que el acuerdo con las FARC-EP traerá consigo cambios políticos y sociales en el país. Y así será si logra consolidarse la paz estable y duradera. Pero es dable formular la pregunta que hace la Delegación de Paz de las FARC-EP en La Habana: “¿Se dejará hundir el proceso, con todos sus avances y posibilidades?” Marco León Calarcá en interesante artículo, titulado “La situación se hace insostenible”, dice lo siguiente: “El paramilitarismo y el hostigamiento a la tregua unilateral decretada por las FARC-EP son manifestaciones de la concepción guerrerista arraigada en las fuerzas militares oficiales y una de las causas principales de la confrontación. Ahora en tiempos de construcción de la paz con justicia social a través del diálogo, configuran los dos principales obstáculos a superar por La Mesa de Conversaciones”. La tranquilidad que el país registra con la tregua unilateral debe convertirse en corto tiempo en cese bilateral de fuegos sin ningún tipo de condiciones ni de encierros en corralejas. Sobre todo cuando los militares han venido aprovechando el cese unilateral para copar territorios a los que jamás había llegado y regresando a otros de donde fueron expulsados por los insurgentes. Eso es ventajismo, no es un verdadero gesto de paz. Mientras, el paramilitarismo se fortalece al amparo de la Fuerza Pública, de los ganaderos, empresarios, narcotraficantes, políticos nacionales y regionales. Hay que movilizar a los sectores populares en defensa de los diálogos; el Frente Amplio debe corroborar si el cese unilateral se cumple y las violaciones y provocaciones de la Fuerza Pública persisten. Pero sobre todo el presidente Santos debe entender que el mandato que recibió en las dos últimas elecciones es para hacer la paz y no la guerra. Del lado popular hay que rendir homenaje al comandante Alfonso Cano, asesinado el cuatro de noviembre de 2011 (año editado por NBA) en las montañas del Cauca, cuando en medio del ataque feroz de los militares, promovía la salida política y la instauración del diálogo con el gobierno de Santos, su propio verdugo. Editorial del Semanario Voz