Bateman habla de su muerte
SEMANA publica una entrevista inédita a Jaime Bateman, hecha poco tiempo antes de su desaparición, y en la cual, en forma premonitoria, habla de su propia muerte. Fue hecha por Alfredo Molano y otros antiguos compañeros -de lá Uníversidad Nacional -del ex dirigente guerrillero. Molano es doctor en Sociología de la Escuela Práctica de Altos Estudios de París, y desde hace varios años viene publicando ensayos sobre la "violencia" en Colombia. La entrevista que cedió a SEMANA hace parte de un extenso diálogo con Bateman, que utilizará como base para una futura publicación.
El Flaco ya no era flaco, pero seguía alto, altísimo. Había dejado ese aire de muchacho de provincia en la capital erizado de frío y de fastidio. Había dejado la vieja gabardina negra que cada día era más verdosa. Ahora tenía aspecto de profesor en derecho penal; lo esperábamos con ese afro que le distraía la nariz, llegó peinado hacia atrás, engominado, más narizón que unca. Nos abrazó calurosamente con sus largos brazos. Se sacó de la cintura una pistola inmensa y entregándonosla nos dijo: "¡Guarden esta joda por ahí, algún día habrá que dejarlas porque son incomodísimas". Dio algunas vueltas por el cuarto y se sentó al lado de una ventana. Enfrente, soldados de la brigada ensayaban un desfile militar. El Flaco sonrió. Era el momento de comenzara preguntarle.
ALFREDO MOLANO: Flaco, no te da miedo verte a media cuadra de ellos? ¿No te impresiona pensar la ironía que significa encontrarte a tan corta distancia de esos hombres que te buscan?
JAIME BATEMAN: No, hombre. ¿Acaso no sabes que yo soy invisible para ellos? ¿Para qué crees que sirve la cadena mental? . . .
A.M.: ¿La cadena mental? ¿Qué es esa vaina?
J.B.: Mira, lo que pasa en el fondo es que mi mamá es gnóstica, mi mamá fue responsable de la organización de la gnosis en Santa Marta. Y ellos hacen todos los sábados una cadena para protegernos a nosotros, a la organización.
A.M.: ¿Y crees por fortuna que estará funcionando hoy?
J.B.: Claro hermano, de lo contrario no estaríamos aquí hablando y menos frente a ellos.
A.M.: Te sientes, pues, protegido. Pero ¿qué es eso de la cadena mental, en serio, qué es? ¿Crees realmente en ese rollo?
J.B.: Pues eso es simplemente creer que la mente tiene poder. Mira, yo creo básicamente en mi mamá. Yo no sé si la cadena es o no eficaz. Pero a mí me ha funcionado muy bien. No sé si porque creo en mi mamá y ella en la cadena, pero ahí hay algo raro. Yo me siento seguro. Yo he estado en situaciones muy difíciles, desesperadas. He estado muchas veces prácticamente preso. En otras me he dado por muerto. Y nada, hermano, ahí sigo.
A.M.: ¿Ahora de grande? ¿Ahora como jefe del M-19, o cuando eras estudiante?
J.B.: No, ahora. Por ejemplo, una vez yo llegaba en una "Wartburg" a un apartamento que teníamos en el centro. De repente veo a una vecina en la acera; la miro y caigo en cuenta de que habían allanado Fue sólo una mirada, un rayo, e inmediatamente volví a acelerar y seguí derecho. Me volé. Me tenían preparada una celada de la que no hubiera salido vivo. La mirada de esa pelada me dijo todo. Era una fuerza... inexplicable. Una fuerza que me hizo cambiar de rumbo. En Tocaima la cosa fue más jodida. Nos volamos como pudimos, a la de Dios, nos botamos al río de noche a un agua hedionda y negra. Al kilómetro salimos escurriendo mierda por los cuatro costados. Nos lanzamos a campo traviesa, pero de golpe nos vimos acorralados: el ejército venía por todos lados, por todas partes, convergía sobre nosotros. Hicimos un acotejado y nos parapetamos. Ellos llegaron justo a nuestro lado, los oíamos respirar, más que respirar, resollar. Nosotros eramos cuatro, los soldados diez, veinte, cincuenta... se arremolinaban encima de nosotros. Los oíamos: tap tap tap. Pasaban, volvían, maldecían, y no nos veían. ¿Qué era pues lo que nos protegía? Dígame, compa, ¿qué era lo que nos protegía? ¿Por qué no nos veían? ¡Si estábamos de bulto!... Ellos pasaban y nosotros invisibles. Al rato pati-patipati, los tiros. Yo no me asusté, créame hermano, yo no me asusté. Lo digo con toda honestidad. No me asusté a pesar de saber que estábamos más cercados que unos ratones blancos en un laboratorio. Pero yo tenía confianza, más que confianza seguridad de que saldríamos bien librados Les dije a los compañeros: filémonos, despacito, como si fuéramos la misma noche. Y salimos. Salimos a pesar de los faroles y los reflectores que nos corrían por la espalda.
A.M.: Pero también fue tu experiencia guerrillera la que te ayudaba. Tu experiencia con las FARC. Saber ya sobre las tácticas de los campesinos en la violencia...
J.B.: Claro, eso también juega su papel. A la gnosis hay que ayudarla. La cadena hay que fortalecerla. Otra vez me cogieron en un carro robado. Me pararon, me requisaron, me pusieron preso. Estaba preso... y de buenas a primeras me soltaron sin saber por qué. ¿Y cuando lo de Lucho? A Lucho lo andaban siguiendo hacía días, un mes o más. Nos encontramos, charlamos, nos reímos, nos separamos. Cuando volteo la espalda lo interceptan y le preguntan: ¿quién es ese tipo alto con quien usted estaba hablando? Hombre, es inexplicable. Si yo estoy buscando un tipo que es jefe de una organización y sé que es alto, yo le echo mano aunque sea para investigarlo. Pero no, me dejan ir. Ni siquiera tuve que apresurar el paso. ¡Inexplicable!
A.M.: ¿ O explicable por la cadena mental?
J.B.: Bueno, yo creo un poquito de todo. Por lo menos la cadenita esa me da mucha frescura, mucha seguridad. Sin que ello signifique que yo sea un irresponsable que ande dando papaya. No, yo me cuido, me cuidan y desde luego nos cuidamos. Yo creo que hay algo ahí, yo hablo con mi mamá continuamente. Necesito hablar con ella, me da fuerza. Entre cosa y cosa me pierdo para hablar con ella. La organización se asusta cada rato, pero cuando vuelvo a aparecer siguen respirando tranquilos. Hace poquito conversé mucho con ella. Me contó que cuando salió la noticia de que me habían matado en Tocaima dijo: "No lo han cogido, no lo cogen no lo cogen". Estaba absolutamente segura que a mí no me cogían. Cuando mataron a un tipo González, dijeron que me habían matado; fueron donde mi mamá y le dijeron: "Señora acaba de morir su hijo". Ella les contestó: "No, no es cierto, estoy absolutamente segura que está vivo". Le preguntaban cómo sabía, y ella dijo: "Porque está escrito". Pero cómo, me dirás tú, cómo es posible que tu creas en eso, pues sí hermano, lo que pasa es lo siguiente: a los tipos que les hacen cadena los vuelven inmortales. Te voy a decir cómo. Si una persona es absolutamente sentida, constantemente querida, si en ella se dan cita una cantidad de afectos fuertes, el afecto de la mamá, de las hermanas, de la amante, de los amigos, esa cadena de afectos lo defiende de la muerte, del peligro, lo vuelve casi inmortal. Por lo menos impide que lo maten a uno así no más. Puede que uno se muera, pero esa cadena de afectos absolutos impide que a uno lo maten. No que uno no se muera, contra eso no han inventado remedio. A cada uno le llega su hora y a esa hora no se le puede mamar gallo, pero la cadena de afectos es una especie de inmunidad contra el azar. Cuando a uno le toca, le toca. La cadena lo preserva a uno y lo ayuda a no caer cuando no le toca: es la fuerza del afecto. Del amor de un poco de gente que lo ama a uno y que uno ama. Esa es la cadena. Los hombres que no tienen amores constantes, absolutos, inflexibles, no son amados y por tanto están sólos. Son vulnerables, mortales. Hay que amar con berraquera y hay que despertar el amor con berraquera. Esa es una vaina clave en este paseo. Es una vaina clave para los líderes, es una vaina que siempre olvidan. En un momento azaroso, imprevisible, sólo la fuerza que sobre uno han puesto y que uno ha despertado puede salvarlo. Porque el amor es la certeza de la vida. Es la sensación de la inmortalidad.
A.M.: Flaco, te has vuelto místico. No te conocía esa debilidad, siempre te había creído un marxista.
J.B.: ¿Marxista? ¡Bah!. Místico o no, hermano, estoy persuadido que eso funciona. En este paseo de la revolución, la pasión es la gran palabra, es el verbo, y tú sabrás qué es eso...
A.M.:...Pero Camilo Torres era un hombre apasionado, y sin embargo...
J.B.: Sí. Apasionado, sí, un gran apasionado. Pero ¿sabes cuál era el problema? Que a Camilo lo acompañaba una contrapasión. Siniestra. Terrible. Fabio Vásquez deseaba que Camilo muriera y eso equivalía a matarlo en realidad. A Camilo no lo protegieron. A mí no me dejan hacer ni siquiera una guardia, y no porque yo sea más bonito que los compañeros. Allí hay un problema de concepción. A.M.: Pero Jaime, de verdad verdad, ¿tu actúas diariamente con esa lógica?
J.B.: Aun más, trabajo con la absoluta certeza en la eficacia de la transmisión de la pasión. Yo no creo que se pueda hacer una revolución -nunca se ha hecho- sin desatar los sentimientos y afectos más profundos de la gente. Creo más en la pasión que en la ideología, o que en la teoría; es más, sólo cuando una ideología se vuelve apasionada, sentida como su propia carne, se transforma en fuerza real. De lo contrario, las ideologías son meros divertimentos de academia. Creo que esta es una desgracia tremenda pero es así. Yo toda la vida he dado cursillos, cursos de cuanta pendejada se le puede a uno ocurrir. Y los resultados son siempre los mismos, simpre lánguidos. En cambio cuando recurro a la pasión, la respuesta es inmediata, tangible, irrefutable.
A.M.: Eso te compromete como mago...
J.B.: No, no es un problema de magia. Es un problema práctico. No es que yo esté contra lo que se llama la capacitación ideológica, política, de la gente o de los cuadros. No. Pero creo que en el momento actual el trabajo necesita más pasión que razón, más agitación que formación. La gente cuando razona se vuelve lamentablemente lenta, medrosa, pasiva, así discuta acaloradamente. Acaso el razonamiento, el cultivo de la razón,no supone como condición el sosiego?
A.M.: ¿No matizas?
J.B.: No. Estoy hablando pragmáticamente. Si una persona discurre lógica y desapasionadamente sobre lo del Cantón del Norte, colige -como se diría en ese lenguaje- que es imposible hacerlo. Porque una persona razonable nunca hubiera intentado hacer tal cosa. A sus ojos sería un disparate, y lo era. Pero los disparates son necesarios. Lo mismo lo de la Embajada. Si uno se sienta a pensar en hacer una locura de esas, nunca se para a hacerla. Se necesita mucha locura, locura apasionada, para llevar a cabo con éxito una operación de esas. Porque la pasión desencadena en la gente fuerzas escondidas. Intuiciones certeras, poderes que se hallan agazapados. Eso lo hemos probado con campesinos analfabetas, "brutos" que llaman. Cuando en ellos se siembra la pasión les nace el sentido del poder, se les abre el camino. Adquieren confianza en sí mismos, valor, destreza, desparpajo, conciencia si quieres, conciencia en la posibiliad del poder.
A.M.: Muy mágico, Flaco, muy mágico...
J.B.: Llámalo como quieras, idealismo, por ejemplo. Estoy de acuerdo. Sobre todo porque nosotros, la izquierda, debemos despertar al idealismo. Nos hemos negado el idealismo que es el puro sabor de la utopía, la fuerza de la crítica. Claro que despertar ese idealismo en nosotros mismos y en la gente, no lo puede hacer cualquiera. Ese es el problema. Los gnósticos llaman a los tipos que tienen esa capacidad de transmitir la pasión y despertar el ideal, "comunicadores". Porque al fin y al cabo se trata de un ideal. Si uno llega donde los campesinos, donde los obreros y les dice: Compañeros, la Patria está perdida, la Patria está sufriendo, etc. etc... pues la gente comienza a llorar. Hay que decir las cosas positivamente con ganas de hacerlas: queremos comer bien, queremos vivir bien. Eso cala, eso despierta, eso anima. En este punto sí hay una diferencia con los gnósticos porque ellos tienen una concepción errada de la acción. Ellos tienen una carreta complicadísima sobre el amor y el placer; dicen que el amor no se puede echar adentro sino afuera para que el placer no se lleve la fuerza. En eso están equivocados. Mi mamá les dijo: "Déjense de pendejadas que polvo es polvo, esto es Macondo y no el Himalaya". Como si dijéramos, la vieja le aplicó al gnosticismo el desarrollo del marxismo. Sin embargo ellos están superando eso poco a poco. Porque de todas las corrientes orientalistas, la más reaccionaria era el gnósticismo. Había que oír las posiciones sobre Vietnam y la era de Acuario. Pero han cambiado. A nosotros nos manda felicitaciones cada rato el comité ejecutivo o como se llame la dirección de ellos.
A.M.: Entonces los gnósticos te quieren.
J.B.: Sí, hermano, ¿por qué crees que me hacen cadena? Van a la cárcel a visitar a nuestros presos, nos ayudan de un modo o de otro. Y no solamente los gnósticos, también los protestantes. Las mil sectas protestantes que hay en Colombia. Porque Colombia dejó de ser un país exclusivamente católico. Esos son cuentos de la Constitución del 86. A la gente hay que tratarla, hay que oírla, hay que sentirla. La izquierda tradicional con la posición pendeja y racionalista del marxismo, que supone que la única manera de mirar el mundo es a través de la ciencia, se ha negado a ver la riqueza y las potencialidades de las manifestaciones mágicas, religiosas, culturales, y de sus cambios rapidísimos, ligerísimos. La ciencia anquilosa el mundo y anquilosa el pensamiento. Cuando a un marxista se le aparece un brujo con barbas y cucharas, con yerbas y sonajeros no sabe qué hacer, se caga del susto, no lo mira, no lo respeta, por que el brujo no es científico, no es marxista... Olvida que este país está lleno de brujos y de brujerías. La izquierda tradicional se niega a ver la importancia que tienen las sectas, el pensamiento mágico, las manifestaciones religiosas. Se niega a ver la pasión del pueblo. La gente de izquierda la única posibilidad idealista que se permite es el marxismo-leninismo y la teoría de la plusvalía.
A .M.: Parte de la crítica que le haces a la izquierda tradicional, me parece que planteas indirectamente un problema vital: el pluralismo en la revolución. Y no me refiero al pluralismo de ideologías orgánicas sino a algo más sencillo, al pluralismo de las ideas cotidianas que tiene la gente sobre uno u otro tópico, religioso, político, etc. ¿ Cómo enfocas ésto?
J.B.: El Estado tiene que respetar, y sobre todo garantizar, la posibilidad de que puedas organizarte como mago con otros magos, que los gnósticos puedan organizarse como gnósticos y los protestantes como tales. Esta es la libertad religiosa, pero fundamentalmente la verdadera democracia; el derecho a la asociación y a la acción asociada y de todas sus expresiones: su culto, su literatura, su liturgia, su música. A la izquierda hay que hacerle ver la riqueza y la potencialidad que encierra la cultura del pueblo, pero no la que le atribuyen los folkloristas, sino la cultura del pueblo, así, sencillamente. A la izquierda hay que hacerle ver que la música popular es muy superior a la internacional, que por lo demás es un himno pasado de moda. Un bambuco, por ejemplo, claro, un bambuco, un vallenato, una rumba de la Sonora, un corrido, una cueca
A.M.: Las cuecas me suenan a nostalgia de exilado...
J.B:Usted no puede decir eso. La música de los chilenos es una música que encierra una historia de luchas, que habla de gestas obreras. Ahí esta la Cantata de Iquique para contarlo. Eso fue tan berraco como lo de las Bananeras.
A.M:Pero lo de las bananeras, ustedes los costeños no lo cantaron...
J.B.: Lo bailamos, que es mucho mejor. Hay que bailar, hemano, hay que bailar. Hay que bailar y hay que cantar a la vida, y no solo a la muerte, ni cantar a las derrotas. Hay que cantar a la vida, porque si se vive en función de la muerte, uno ya está muerto. La personas que viven sólo de los recuerdos están muertas, el recuerdo sin porvenir lo único que trae es tristeza, y la tristeza no genera lucha nunca, nunca.
Comments