top of page

Cuba: 57 veces socialismo

El 1º de enero de 1959, el Ejército Rebelde ingresaba triunfalmente en La Habana. Con una columna nutrida de campesinos, trabajadores e hijos del pueblo, los revolucionarios desalojaban definitivamente al dictador Fulgencio Batista de la isla. Era la culminación de seis años de lucha armada, desde el fallido intento de asalto al Cuartel Moncada, y de décadas de lucha política y sindical en el llano y la montaña. La Cuba que era casino y latifundio del empresariado yanqui llegaba a su fin. La Revolución Cubana, de la mano del Che Guevara, Fidel Castro, y miles de cuadros revolucionarios, demostraría que el socialismo no sólo era necesario en nuestra América, sino materialmente posible. Desobedeciendo manuales y dogmas heredados de lecturas eurocéntricas y estáticas del marxismo, Cuba pateó el tablero político en occidente, desarrollando el socialismo en las narices del imperio más grande de la historia contemporánea, y dejando atrás la miseria semicolonial para transformarse en un ejemplo de dignidad y lucha a escala planetaria.

“Esta guerra la ganó el pueblo, nadie más que él”


Esta frase la pronunció el líder del Ejército Rebelde, Fidel Castro, a una semana de la entrada triunfal de los revolucionarios y la huida del dictador Batista en La Habana, el 8 de enero de 1959. Lo hizo en uno de los 69 cuarteles de la dictadura que serían reconvertidos en escuela para todo el pueblo. El carácter socialista de la revolución aún no se vislumbraba claramente, e iba a ser objeto de disputa en el seno del nuevo gobierno. Sin embargo, entre las primeras medidas ya se evidenciaba un rumbo que ni la burguesía cubana ni EE.UU. estaban dispuestos a tolerar. En menos de quince días de gobierno, Fidel anunciaba el fin de la misión por la cual el Ejército de EE.UU. asesoraba al ejército cubano. Además, impulsaba la Ley Orgánica de las FF.AA. que depuraba sus tropas. Se confiscaban los bienes mal habidos de antiguos funcionarios del régimen en favor del estado. En menos de cinco meses, se intervienen empresas como la de teléfonos, filial de la poderosa ITT norteamericana; se decreta la rebaja al 50% de los alquileres, y la reducción drástica de tarifas de servicios, y –fundamentalmente- se avanza con la primera ley de Reforma Agraria. Ninguna de estas medidas, en sí, ponía en cuestión la esencia del capitalismo cubano, pero iban mucho más allá de lo que los capitalistas caribeños, el imperialismo y sectores reformistas del propio gobierno podían tolerar.


Estas y otras medidas, sostenidas por sectores radicalizados con apoyo popular, fuerzan a que sectores conservadores del gabinete renuncien, algunos de los cuales se pasarían luego a la contrarrevolución en Miami. En todo este período de combate contra los vestigios de la dictadura, contra las aún incipientes acciones de EE.UU. y contra las fuerzas reformistas en el propio gobierno, los sectores revolucionarios que impulsaban la radicalización del proceso cubano siempre apuestan a la movilización y organización de las masas. El pueblo en armas, de la mano del Ejército Rebelde y el apoyo de milicias del Movimiento 26 de julio y otros, eran la garantía de la destrucción militar y política de los servidores del antiguo régimen. Contra la visión distorsionada sobre este proceso que muchas veces se repite desde algunos sectores del trotskismo, la Revolución Cubana contó y cuenta con un amplio respaldo y movilización de masas. De lo contrario, hoy, a 57 años de aquella entrada triunfal y en medio de un contexto hostil para los revolucionarios a escala planetaria, no estaríamos hablando de ella en tiempo presente.


Una revolución imperdonable desde sus orígenes


El primer gobierno conformado tras el derrocamiento de Batista contaba en su seno con elementos revolucionarios pero también con expresiones de la burguesía cubana. Éste había sido reconocido por EE.UU. el 7 de enero de 1959. Sin embargo, paralelamente el gobierno estadounidense alentaba en Miami la fundación de las organizaciones contrarrevolucionarias que nucleaban a la primera oleada de exiliados. Entre ellas, la Rosa Blanca, apoyada por la CIA y el FBI, creada el 28 de enero de 1959 por los batistianos emigrados. El primer y fugaz reconocimiento diplomático coexistió con atentados contra Fidel Castro: uno de los primeros data del 2 de febrero de 1959, a cargo del agente de la CIA Robert Allen Mayer. Entre el 21 y el 26 de octubre de 1959 se realizan 6 atentados terroristas sobre la población empleando aviones procedentes de EE.UU. El más llano pero honesto análisis histórico demuestra cómo EE.UU. intentó liquidar a los sectores revolucionarios cubanos desde un primer momento, incluyendo la aniquilación física de sus líderes mediante operaciones de la CIA. La existencia de una política que por momentos podía visualizarse ambivalente desde los EE.UU., o el apoyo norteamericano hacia sectores de la burguesía local que luego serían depurados del nuevo gobierno, ha hecho que proliferen tergiversaciones históricas que postulan que Castro y el Movimiento 26 de julio (M-26) eran, poco menos, aliados del imperialismo por aquel entonces, y que luego debido a la “torpeza” de los EE.UU. y su central de inteligencia, las presiones de éstos habrían volcado a los revolucionarios hacia una espiral de radicalización que derivaría en abrazar el socialismo1. Nada más alejado de la realidad. Si bien las agresiones norteamericanas sin dudas han acelerado definiciones o radicalizado a algunos sectores, y si también es cierto que ante cada ataque imperialista la revolución supo dar pronta respuesta, Cuba es socialista a pesar de EE.UU. y no gracias a EE.UU. Aquella Cuba, garito, prostíbulo y central azucarero de los EE.UU., no podía emprender un proceso de desarrollo autónomo o ensayar un gobierno que se plantease tareas democráticas en profundidad sin confrontar con gran parte de su clase capitalista y con los EE.UU. Si la lucha por la liberación nacional era genuina, implicaba pelear por el socialismo. Y así fue.


Una historia atravesada por el heroísmo y la resistencia


Las agresiones norteamericanas hacia la isla prosiguieron, conforme se plasmaban medidas antiimperialistas. Hubo dos episodios cualitativamente singulares en cuanto a las agresiones imperialistas y también respecto de las respuestas revolucionarias: el primero, en marzo de 1960, el atentado en el puerto de La Habana al barco francés La Coubre, que traía un cargamento de armas procedentes de Bélgica, recientemente adquiridas por el gobierno revolucionario. En el sabotaje murieron 60 personas y más de 200 resultaron heridas. Este atentado aceleró el impulso al armamento del pueblo que ya estaba en curso, y consagró una serie de políticas antiimperialistas cuyo punto más alto se dio meses más tarde al suscribirse la Primera Declaración de La Habana en una movilización de más de un millón de personas. El segundo hecho cualitativamente particular por su magnitud y por sus consecuencias fue el fallido intento de invasión que EE.UU. comandó mediante la CIA y el Estado Mayor Conjunto utilizando a exiliados cubanos contrarrevolucionarios como ariete. Se trata de la conocida derrota contrarrevolucionaria de “Playa Girón” o Bahía de los Cochinos, de abril de 1961. Ésta se trató de la primera derrota militar del imperialismo en América Latina. En el transcurso de los atentados, en el entierro de las víctimas de los bombardeos aéreos, Fidel exclamaba ante una multitud: “Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”. Ciertamente, la confrontación y hostilidad del imperialismo hacia Cuba, complementada luego por el bloqueo económico, tiene una historia y una raíz que es preciso conocer. La existencia de las hostilidades, más allá de la forma en que se desenvuelvan, tiene su esencia en el antagonismo de clase, y así será mientras Cuba sea socialista.


La Revolución Cubana: aportes históricos y actualidad


Tal vez el primer aporte de este rico proceso, además de las incalculables mejoras en las condiciones de vida de su pueblo, haya sido aquella irrupción en la escena mundial al demostrar que un país latinoamericano podía desarrollar una revolución socialista. Cuba contaba antes de la revolución con un millón de analfabetos, otro millón de semianalfabetos y un millón de niños sin escuela, hecho que fue revertido por completo por las campañas emprendidas a partir de 1961. Además de poseer actualmente en su exiguo y bloqueado territorio una de las menores tasas de mortandad infantil del planeta (4,2 por mil), o de poder enorgullecerse de que ninguno de sus 11 millones de habitantes pase hambre o esté desprovisto de contención social y cobertura sanitaria, Cuba posee un amplio historial internacionalista. Trascendiendo la comodidad de las proclamas, Cuba aportó de manera concreta y palpable a la lucha por un mundo sin explotación con el envío de tropas que pelearon contra el apartheid en África, la formación político militar de centenares de cuadros revolucionarios latinoamericanos, y el envío de alfabetizadores y profesionales de la salud a distintos lugares del planeta, entre tantas heroicas tareas.


Lejos de la reivindicación folklórica, Cuba, con sus dificultades, sus aciertos y sus desaciertos, representa para varias generaciones un estandarte de lucha y dignidad. Con su resistencia, Cuba nos impulsa a seguir peleando por el socialismo, aunque el escenario sea adverso para la izquierda y el pueblo. Como guevaristas, desde la Organización Política Hombre Nuevo, reivindicamos el invalorable aporte que fue y es la Revolución Cubana. Lejos de las visiones acríticas o del triunfalismo, sabemos que el presente de dicha revolución presenta no pocos desafíos, y somos conscientes de que en un panorama como el actual, el peligro de que el imperialismo yanqui trate de arribar a una restauración capitalista por medio de la penetración de capitales allí donde fracasaron sus mercenarios armados, es real y preocupante. Pese a ello, sabemos que la capacidad de resistencia y la creatividad del pueblo cubano para resolver desafíos gigantescos, pueden y deben hacer que el porvenir de la Revolución siga siendo el socialismo.


Desde nuestro lugar en la lucha, además de saludar a este verdadero faro de América, entendemos que, como decía el Che, “el deber de todo revolucionario, es hacer la revolución”.

Nuestro compromiso con la lucha por el socialismo se renueva cada primero de enero al calor de las enseñanzas de Cuba.


Por la revolución y el socialismo, ¡Viva la Revolución Cubana!


Agrupación Política Hombre Nuevo.


**Notas**

1 No solo la historiografía burguesa se hace eco de esa tesis. Lamentablemente, sectores del trotskismo suscriben, con mayor o menor énfasis, la visión distorsionada y nada marxista según la cual el carácter socialista de la Revolución Cubana se presenta poco menos como un accidente forzado por EE.UU. en un juego de acciones y respuestas de uno y otro. Como ejemplo de esto, puede verse el artículo de uno de los cronistas oficiales del PTS, Facundo Aguirre, titulado “EE.UU. y la contrarrevolución en Cuba” (laizquierdadiario.com; 19/12/14; http://www.laizquierdadiario.info/EE-UU-y-la-contrarrevolucion-en-Cuba)

Noticiero Barrio Adentro
Contáctanos
  • Facebook Social Icon
  • Twitter Social Icon
  • YouTube Social  Icon
bottom of page