En el neoliberalismo el libreto se repite y la resistencia no se apaga
Seis manifestantes muertos y decenas de heridos son el resultado de la fuerte represión por parte de “granaderos” de la policía federal en Oaxaca, México. Excusas y “lavado de manos” por parte de funcionarios públicos a quienes se señala de ser los responsables de los asesinatos son característica de este y muchos casos de terrorismo de Estado no sólo en dicho país, sino en América Latina. Esto como parte de un proceso de implementación de políticas privatizadoras y neoliberales que pretenden mercantilizar los derechos, como en el caso puntual es la educación y a lo cual se oponen los maestros.
El pasado domingo se completaba más de una semana de resistencia por parte de los manifestantes. El bloqueo de la vía que comunica a Oaxaca con Puebla a la altura del distrito de Nochixtlán, en el sur de México, fue intervenido mediante un tratamiento militar por parte del Estado con el fin de desbloquear la vía. En dicho punto, maestros, junto a estudiantes, padres de familia y población del distrito.
No se trata de un hecho aislado, sino de una estrategia para repeler el descontento y así, implementar por la fuerza, la sangre, la muerte y el miedo la política educativa, en este caso, que pretende convertir este derecho en servicio, como lo denuncia la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), que cuenta con 200mil afiliados a nivel nacional, 80mil de ellos en Oaxaca.
Enrique Peña Nieto, presidente de México se ha limitado a decir que la Procuraduría General de la República debe investigar e insta a maestros a levantar bloqueos para “evitar un derramamiento de sangre”, mientras su Secretario de Educación Pública ha manifestado implícitamente la orden de acabar con las protestas mediante la violencia y el abuso de autoridad, altamente difundida y apoyada por los grandes medios de comunicación como Televisa, que reclama “mano dura” contra los manifestantes pero calla con la represión ahora, o la impunidad aún con Ayotzinapa; los mismos que se escandalizan con la situación en Venezuela pero aprueban violaciones a los Derechos Humanos en su país. Pueden ser Peña Nieto y Televisa en México, o Santos y RCN en Colombia.
En palabras de Alberto Rodríguez “Esto está pasando en México. Aquí y ahora. No son las dictaduras de hace treinta años, ni es el fascismo de principios de siglo. Es la “democracia” Mexicana del siglo XXI, de un régimen totalitario, psicópata, corrupto y violento que goza del aval de Washington, la OCDE, el Banco Mundial y el FMI, por lo cual, crímenes como estos -con una peste a genocidio-, pasan desapercibidos para CNN, El País y otras tantas agencias mediáticas“, señala el periodista.
Mientras la derrota contra la selección de Chile en la Copa América ocupa los noticieros y la prensa, aludiendo a un patriotismo ridículo, en vez de informar sobre las medidas que se toman y comenzaron a nivel continental justamente en Chile, durante la dictadura de Pinochet, que hoy se instalan en la “democracia” mexicana, luego de décadas de intentos fallidos, como sucedió en Salvador Atenco, por ejemplo, pero que no se ha sido posible gracias a la resistencia del magisterio, que mantiene viva la memoria de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, que en los 70 decidieron ir al monte y comenzar la lucha armada por razones idénticas a las del presente.
Esas mismas razones que han despertado la solidaridad de diferentes organizaciones gremiales y sociales en México y el mundo, entre ellas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Pese a la represión y el miedo que se quiere imponer, las manifestaciones no sólo se mantienen sino se multiplican.
Puede ser México, puede ser Paraguay, o Colombia hace unas semanas cuando indígenas, afros, campesinos, camioneros y estudiantes se manifestaron a lo largo y ancho de todo el país, y la respuesta del gobierno fue la muerte, la intimidación y la estigmatización, también con el propósito de implementar aun más un modelo que valora más la mercancía que la vida en cualquiera de sus expresiones.
Tanto allá como acá, el establecimiento niega los hechos, pero más tarde se ve obligado a reconocer, las pruebas y el descontento son contundentes, se escudan en un “ellos empezaron primero”, “ellos usan armas artesanales”, o “nosotros sólo nos defendimos”, además de infiltrar protestas y realizar montajes judiciales contra quienes están inconformes con el estado de las cosas y han decidido actuar.
@JuanD_Cisf