En defensa de Gabriel Ángel
Conocí a Gabriel Ángel en el 2001, cuando en uno de esos viajes de la llamada “Comisión de Notables”, fuimos al Caguán a tratar de desenredar un enredo en torno a la lucha del Estado contra los Paramilitares surgido en los diálogos de Paz del gobierno Pastrana, y que la presidencia de Uribe Vélez desenredó posteriormente.
Muy discretamente se me acercó y me pidió separarnos unos metros de los demás miembros de la Comisión, luego, sacando de su morral un rollo de hojas un poco amarillentas escritas en máquina mecánica, me las entregó pidiendo que le hiciera correcciones: -Claro, le respondí sin ninguna duda y le dije que, al otro día por la mañana, después de la “cancharina” del desayuno a la que me había aficionado, le entregaría mis impresiones. Solamente mis impresiones. Y así quedamos.
Esa noche después de la reunión de la Comisión, le pedí al encargado de la electricidad en el campamento, un rato extra de luz para mi aposento. En medio del calor caliginoso de aquella región del piedemonte amazónico, leí con avidez más que con premura aquella colección de cuentos y relatos encabezados con el nombre de la Luna del Forense. Y quedé profundamente impresionado de aquella prosa vigorosa y fluida con la que se relataban las peripecias y el fluir de sus diversas experiencias y vivencias cotidianas en la vida guerrillera en varias regiones del país, de la guerra contrainsurgente y hasta de historia de Colombia convertidas en literatura. Literatura de Verdad. Al otro día cuando nos volvimos a ver le dije esto, entonces, me pidió que escribiera en una nota breve lo que estaba diciendo para ser leída a la guerrillerada en Radio Resistencia. Luego, tímidamente me dijo que se sentía muy halagado con aquellas opiniones.
Más tarde volvió por la breve reseña que escribí y nunca más lo volví a ver en persona. Sin embargo, pude comprobar el aprecio que sus compañeros guerrilleros de base y comandantes le tenían y estuve muy atento a leer sus notas tanto políticas como literarias que clandestinamente salían para ser publicadas en algunos medios alternativos colombianos y latinoamericanos.
Hoy Gabriel Ángel es el centro de un interesante debate político e ideológico, porque ha escrito de manera sintética y clara la concepción practica que tiene la guerrillerada y no lo dudo la comandancia superior, sobre aquel concepto de “la Solución Política al conflicto armado colombiano”, originariamente establecido desde un principio por los viejos fundadores de las Farc-EP.
De antemano aclaro que Gabriel Ángel no necesita de nadie que lo defienda. Una persona como él, que consecuentemente ha despreciado las mieles de un bufet de abogado en Colombia, la tierra de los rábulas santanderistas para dedicar la mayor parte de su vida teórica y práctica a la lucha revolucionaria, portando un morral, un fusil y una máquina de escribir, y además, ha sobrevivido a la más intensa, larga, cruel y despiadada guerra contrainsurgente contra pueblo del hemisferio occidental alguno; se ha ganado (así de fácil) el derecho a hablar con toda la autoridad que le da su experiencia y no necesita de que alguien se lo defienda.
Sin embargo, debo decir que hoy en la Habana como en el Caguán del 2001, Gabriel Ángel goza del respaldo no solo de toda la guerrillerada, los mandos y comandantes de las Farc-EP, sus compañeros, sino que además, su claridad y fortaleza ideológica y política le ha ganado también la simpatía y el respaldo del mundo democrático y progresista.
Sus pertinentes, serias, maduras y objetivas aclaraciones a quienes “desde afuera”, aún no han asimilado del todo el concepto de Solución Política al conflicto armado de Colombia, como principio Estratégico fundacional de las Farc-EP y de la lucha revolucionaria de largo alcance en Colombia, constituyen en el momento actual un aporte indispensable; al recordarnos el viejo principio Leninista de que además de los enemigos naturales de la liberación del pueblo trabajador colombiano como la Oligarquía y el Imperialismo, también sigue existiendo sin que todavía se le haya encontrado cura alguna, “la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”.
Cualquiera que se reclame Marxista, sabe que la utopía Comunista seguirá siendo una meta estratégica para el año tres mil e incluso más allá, y como lo aclara Gabriel Ángel con el ejemplo de la “brújula de Lincoln” (también poco comprendido) allá se llegará por muy diversas vías y atravesando (nadie lo sabe de antemano) multiples desiertos, cañadas, valles o abismos, ríos, selvas y demás accidentes que se presenten en la marcha hacia ese norte.
También se sabe colectivamente que el derecho a la Rebelión y a la Resistencia de Masas armadas, así como la tan combatida por sus adversarios, “combinación de todas las acciones de MASAS y formas de lucha”; son y seguirán siendo herencias y experiencias históricas imborrables en la memoria de los pueblos que las han desarrollado y utilizado sin que sean derrotadas. Y que es obligación de cualquier revolucionario o mejor de todos, seguir educando abierta o clandestinamente a las generaciones futuras sobre ellas para llegar a ese norte deseado.
Entonces surge la pregunta: ¿Es indispensable para ser calificado de revolucionario, andarlo pregonando desde ahora? Creo que Gabriel Ángel esboza una respuesta muy suya, a ese falso dilema que opone artificialmente lo táctico de hoy con lo Estratégico de tras-pasado-mañana, cuando dice que: “Marulanda pensó como Martí: “en silencio ha tenido que ser porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”.
Así que volveré a leer la Luna del Forense, a ver que otra enseñanza obtengo.