Nuestro rescate de Leon Trotsky
En resumen sintético del recorrido militante de León Trotsky nos habla de una vida de entrega a la causa de la revolución socialista. Pese a esto, un sector importante de la militancia revolucionaria en nuestro país, que se define como socialista, asume intuitivamente una postura impugnatoria hacia la figura de Trotsky.
Siendo muy joven fue el principal dirigente del Soviet de Petrogrado en la Revolución de 1905; dos veces estuvo preso en las cárceles zaristas, dos también sufrió deportaciones a Siberia y en ambas ocasiones se escapó. Debió emigrar antes y después de la revolución de 1905, por un total de doce años, y peregrinó como emigrado por varios países europeos y Estados Unidos. En mayo de 1917 pudo volver a Rusia y se convirtió, junto con Lenin, en uno de los jefes indiscutidos de la Revolución: "La Revolución de Lenin y Trotsky", al decir de Jhon Reed, en su maravillosa crónica "Diez días que conmovieron al mundo". En ese proceso nuevamente, Trotsky se ubicó al frente del Soviet de Petrogrado y del Comité Militar Revolucionario, órgano que planificó e instrumentó operativamente la insurrección. Una vez triunfada la Revolución, y desatada la guerra civil, Trotsky organizó desde la nada el Ejército Rojo, a pedido de Lenin, en una heroica gesta de las masas obreras y campesinas de la naciente república obrera. Ante el despuntar de la burocracia encabezada por Stalin, luego de la muerte de Lenin, Trotsky encabezó la Oposición de Izquierda pero fue derrotado por el aparato burocrático.
Como se ve, no son muchos los militantes revolucionarios que pueden mostrar tal cantidad de hitos en su trayectoria de lucha por el socialismo. Pese a esto, un sector importante de la militancia revolucionaria en nuestro país, que se define como socialista, asume intuitivamente una postura impugnatoria hacia la figura de Trotsky.
Este rechazo a la figura de Trotsky encuentra su origen, fundamentalmente, en dos causas: por un lado los remanentes en la memoria histórica de la fabulosa campaña de difamación y mentiras que durante décadas orquestó el stalinismo; por el otro, el poco feliz papel que suelen jugar varias corrientes que se reivindican trotskistas, en el que se combina sectarismo arrogante con pacifismo y electoralismo en dosis variables, según el caso. Así se ha gestado, lamentablemente, un extendido "antitrotskismo" que en la mayor parte de los casos va acompañado por el más profundo desconocimiento de quién fue y qué hizo este enorme revolucionario.
Frente a esto, corresponde defender firmemente la figura de León Trotsky como una referencia central en la tradición del marxismo revolucionario, pero marcando al mismo tiempo una clara delimitación del movimiento trotskista actual. En este sentido, cabe señalar que las severas limitaciones que ha mostrado el movimiento trotskista en su desarrollo, y que le han impedido constituirse como alternativa superadora, no invalidan el valor histórico de su conformación como corriente revolucionaria en el año 1938. Al respecto, tomamos como propias las afirmaciones volcadas en el documento para el IV Congreso del PRT, cuya redacción principal correspondió a Mario Roberto Santucho, al considerar que el movimiento trotskista "surge luchando por mantener vivas las concepciones revolucionarias del marxismo-leninismo, en la etapa de degeneración del marxismo bajo la égida del stalinismo, del aplastamiento de la revolución europea". Aquí radica la importancia histórica de este intento de defender de forma intransigente lo sustancial del pensamiento marxista y leninista, en condiciones terriblemente adversas.
Las contribuciones de Trotsky
Analizados de forma global, entre los principales aportes de Trotsky consideramos fundamental su perspectiva sobre el carácter permanente de la revolución; que plantea la combinación inseparable, en un proceso revolucionario continuo de las tareas democráticas y socialistas. Que debe desarrollarse también en la arena internacional para poder consolidarse y triunfar, sino a riesgo de comprometer mortalmente la posibilidad de sostenimiento de los estados obreros triunfantes.
Esta definición por el carácter permanente de la revolución encuentra sus raíces materiales en la explicación del desarrollo desigual y combinado del capitalismo, lo que en su momento vino a romper drásticamente con la concepción predominante en la época, que consideraba que para superar las relaciones feudales de producción era inevitable una larga etapa de desarrollo capitalista. En los hechos, esto invalidaba la posibilidad inmediata de pelear por la revolución socialista, por ejemplo, en países como Rusia en 1917.
La concepción permanentista de la revolución se opone por el vértice a la concepción antimarxista, pergeñada por Stalin, de que era posible construir el socialismo en un solo país. También al enfoque etapista de la revolución y a su táctica del Frente Popular, propuesta por la ya stalinizada Internacional Comunista a mediados de la década del ´30. La consecuencia inevitable de esta concepción es postular a la clase obrera como masa de maniobra de alguna fracción de la burguesía local y de las Fuerzas Armadas considerada "progresista" o "nacional".
Asimismo son muy importantes los análisis de Trotsky sobre la dualidad de poderes, volcados en su "Historia de la Revolución Rusa". Allí demuestra la importancia vital que tiene para el triunfo de la revolución, la constitución de organismo de poder obrero y popular que organicen y centralicen la fuerza de las masas en lucha, para enfrentar y, llegado el caso, doblegar al aparato estatal de las clases dominantes. Y que a la vez siente las bases para la construcción de un nuevo estado: el Estado Proletario.
Otro importante aporte de Trotsky fue su análisis sobre el carácter material y político de la casta burocrática liderada por Stalin. Además de batallar políticamente contra esa burocracia que liquidó el proceso revolucionario ruso –y posteriormente otras tantas revoluciones en el mundo-, Trotsky aportó elementos científicos para tratar de comprender por qué la revolución que se propuso construir el cielo en la Tierra, devino en una maquinaria totalitaria y opresiva.
Por último, también resulta de invalorable ayuda para las luchas actuales, el abordaje transicional que propone Trotsky en materia de programa. En su "Programa de Transición" (1938), el revolucionario ruso fundamenta su perspectiva: "Es preciso ayudar a la masa, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera y conduciendo invariablemente a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado". Este enfoque, que echa por tierra la división que históricamente hizo la socialdemocracia entre programa mínimo y programa máximo, es de gran utilidad para la proyección política de las peleas cotidianas. Un estimulo para proyectar y dar un sentido conciente, en términos estratégicos, a nuestra lucha diaria por una vida digna.