El triunfo de Trump
La victoria electoral de Donald Trump conocida en la madrugada del 9 de noviembre ha generado una gran sorpresa en todo el mundo. ¿Qué significa esta victoria para quienes peleamos por el socialismo?
Primero, lo primero
“Es casi obligatorio / decirle hijo de puta, / decirle yanqui hijo de puta / todos los días, religiosamente / y encontrar la manera / de acabarlo. / Por amor a la vida, / simplemente.”
Cuando eventos como la derrota de la candidata Clinton ocurren, se pone a prueba la brújula con la que organizaciones e intelectuales, se orientan en la realidad. Múltiples interrogantes se abren a partir del triunfo de este multimillonario que buscó presentarse como un “outsider”. Sin embargo, para los trabajadores y trabajadoras, explotadas y oprimidas, que vivimos en Nuestra América, hay que empezar por el principio y recordar aquellas sabias palabras del poeta revolucionario Humberto Constantini que encabezan este subtítulo. Debemos hundir nuestros pies en las raíces de luchas de nuestros pueblos, saber quiénes somos y recordar una y otra vez que, como dijo Ernesto Guevara: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica.”
Entonces, desde ese lugar en el mundo y ante la vida, lo primero que hay que destacar es que el triunfo de Trump implica una profundización del racismo, de la xenofobia, de la misoginia. Es verdad, no era el candidato del establishment, basta repasar la prensa para corroborarlo. Pero es un multimillonario que se apoyó en lo más oscuro y lo más atrasado de la conciencia del pueblo para actualizar una vieja y clásica visión antipolítica norteamericana en la que los “productores” (mezclando aquí trabajadores y explotadores) se oponen a los “no productores / parásitos”, los “especuladores” y, ante todo, la “casta política” que vive a costa del ahogo del pueblo.
Y, por supuesto, el odio al extranjero, convertido en la causa de todos los padeceres de los trabajadores “blancos” de EEUU. El desprecio por la inteligencia se ancla en la exaltación de la cultura “auténtica” de “América”: supremacía blanca y supremacía del macho, todo amalgamado con el “excepcionalismo americano”. Quien apela al hombre común, al hombre de a pie (lo que en estas latitudes es “la gente”) es un multimillonario. Lo que ofrece es mano dura contra los inmigrantes, construcción de muros, repudio a los refugiados, persecución a las minorías. Vale recordar que David Duke, ex líder del Ku Kux Klan, apoyó su candidatura y esa organización llamó a una movilización para celebrar la “unión de la raza” que permitió Trump el próximo 3 de diciembre.
La mundialización del capital
Así como es muy fácil explotar el racismo, es mucho más difícil que se tomen medidas de fondo que vayan en contra del establishment. Podrán tomarse algunas medidas que moderen algunos rasgos de la globalización, pero la mundialización no es un proceso que pueda ser revertido por un simple cambio en la administración del gobierno. Es ese proceso el que está en la base de los crecientes tratados de libre comercio firmados en las últimas décadas. Probablemente se tomen medidas de fomento a la rentabilidad en algunos sectores, pero una “desconexión” saliendo del NAFTA, del TPP, y de demás acuerdos plantean una complejidad demasiado grande y la seriedad del 45º presidente de EEUU demasiado pequeña. No por obvio menos importante: una cosa es el discurso de campaña y otra cosa es la política que se implementa una vez en el gobierno. Todavía no está definido, pero las informaciones que se han dado a conocer respecto de los nombres que formarán el gabinete de Trump no permiten pensar en cambios de 180º.
En cuanto a la supuesta redefinición del rol de gendarme mundial de los EEUU tampoco habría que dar por sentado que Trump ordenará el retiro de tropa y de bases de aquellas naciones que no estén dispuestas a “colaborar” económicamente con el sostenimiento de las mismas. No está de más recordar que hay una diferenciación entre economía y política y que el poder real no es idéntico al poder formal. El complejo militar industrial sigue teniendo un enorme peso, así como las multinacionales que abogan por la presencia de los EEUU como defensores en última instancia de sus intereses.
Sería aventurado afirmar categóricamente que no habrá intentos de avanzar en algunos aspectos de estas dimensiones en las que quizás haya redefiniciones, pero resulta tanto más aventurado suponer que las bravuconadas verborrágicas del hombre del jopo de oro serán a pies juntillas su programa de gobierno.
La situación de los trabajadores
El capitalismo salió de la crisis de acumulación y de dominación de fines de los sesenta y mediados de los setenta con la reestructuración neoliberal. La caída del Muro, casualmente un 9 de noviembre de 1989, y la desaparición de la URSS vinieron a dar el remate final a una ofensiva en todos los terrenos contra los trabajadores y los pueblos. Desde entonces, la situación económica, política y organizativa de los trabajadores en todo el mundo ha tendido a deteriorarse. Por supuesto, no es igual la situación de EEUU que la de Paraguay o del sudeste asiático. Pero la mundialización del capital y el traslado del eje manufacturero a Asia han implicado objetivamente que también para los “americanos blancos” el sueño americano no es más que eso: un sueño.
Las ciudades industriales fantasma con su secuela de pobreza y de enfermedades, hacen un mismo cuadro con los estragos sociales del Katrina o del Mathews. La crisis de 2008 mostró que hacía tiempo que gran parte de las familias trabajadoras sobrevivían a costa de un enorme endeudamiento. Ni los republicanos ni los demócratas, como ha ocurrido en general en el mundo, han considerado necesario atender el deterioro de las condiciones de vida y trabajo de las mayorías.
Pero demostrando una vez más que los procesos de conciencia están condicionados mas no mecánicamente determinados por la situación objetiva, la desesperación y la rabia contra el establishment globalizador se canalizó hacia un multimillonario que probablemente no realice ninguna mejora sustancial en ese plano. Si bien hubo migrantes que votaron a Trump, el núcleo duro de su base electoral fue esa parte de la clase trabajadora que se autoidentifica como “blanca” / anglosajona y que -hay que repetirlo- no es la totalidad de una clase trabajadora heterogénea. El neoliberalismo profundizó lo que ya había sido una política estratégica durante el estado de bienestar: fragmentar a la clase trabajadora bloqueando la unidad entre “blancos”, “negros”, “hispanos”, etc.
La ausencia de una opción por izquierda, incluso la de un moderado Bernie Sanders, demuestra que para el sistema de poder yanqui (en sus variantes demócrata o republicana) cualquier atisbo de crítica al capitalismo equivale a ser excluido. Hay que reconocer la habilidad y efectividad con que la burguesía del centro imperial del mundo distribuyó ingreso y derechos a condición de la proscripción visceral de cualquier alternativa contraria al capitalismo (el macartismo es algo mucho más orgánico y permanente que las listas negras y juicios de Mc Carthy). Para el americano medio, estar en contra del capitalismo es igual a ser “antipatriota”, ya que implica impugnar la raíz del “American way of life”.
El significado del triunfo de Trump
Para nosotros que peleamos contra el imperialismo y por el socialismo, el significado profundo de la victoria de Trump es que hay un sector de los trabajadores que, descontento, apoya opciones reaccionarias. Es cierto, Hillary es un halcón con otra capacidad intelectual. Detrás de sus formas elegantes hay una continuada política no sólo de desigualdad social interna, sino además de invasiones, operaciones, ejecuciones extrajudiciales, guerra económica en todo el mundo. Tras décadas de despolitización, desideologización, de bombardeo constante sobre la conciencia, millones de trabajadores por convicción, o por bronca, votaron a un personaje recalcitrante y retrógrado.
Este fenómeno, que ya lo venimos viendo en América Latina, nos muestra el carácter estratégico que debe asumir para los revolucionarios la batalla por las ideas, por la conciencia, por la subjetividad. Allí donde la maquinaria capitalista neoliberal ha logrado formar hombres y mujeres a su medida, allí es donde no debemos eludir la batalla. En Nuestra América tenemos ejemplos vivos de cómo cuando un pueblo comienza a hacerse dueño de su destino es capaz de resistir en las calles y al costo que sea a las alternativas del dios del dólar. He ahí nuestro norte, he ahí nuestra tarea. “Por amor a la vida, simplemente.”
Valeria Ianni. Organización Política Hombre Nuevo // Izquierda Revolucionaria.