Howard Gayle, primer futbolista negro en jugar por el Liverpool, rechaza Orden Británica: no en mi n
Ser Miembro de la Orden del Imperio Británico (MBE, por sus siglas en inglés) está considerado como uno de los mayores reconocimientos del Reino Unido. En la lista de distinguidos están deportistas de diferentes ámbitos como Pelé, Bobby Charlton, Bradley Wiggins o Nigel Mansell. Pero el nombre que nadie verá en la lista será el de Howard Gayle, el primer futbolista negro del Liverpool que acaba de rechazar una condecoración que se otorga a británicos que han contribuido de forma notable en sus áreas. “Si lo acepto, mis antepasados se revolverían en sus tumbas por cómo el Imperio y el colonialismo les esclavizaron”, dijo nada más conocer la nominación.
Gayle es una de las cabezas visibles de la campaña Show Racism the Red Card(Muestra la tarjeta roja al racismo), que busca erradicar la xenofobia desde el fútbol formativo hasta el profesional, pasando por la grada. El trabajo al frente de esta iniciativa le hizo merecedor de optar a ser MBE, pero el exjugador no acepta el término ‘Imperio’. “Si quieren ser inclusivos y aceptar a gente negra del Reino Unido y de la Mancomunidad de Naciones, que le cambien el nombre”, subrayó.
Gayle inició su carrera en el Liverpool, el equipo de su ciudad natal, donde nunca había jugado un futbolista negro, en 1977. Después pasó por el Fulham, Newcastle, Birminghan, Sunderland o el Stoke. Pero donde realmente se formó como persona y jugador fue en el club red. Este delantero recuerda sus conflictivos inicios en 61 Minutes in Munich, su autobiografía, titulada así en referencia al papel decisivo que jugó en la semifinal de Copa de Europa que jugó en 1981 contra el Bayern. “Los comentarios racistas eran la norma, algo que había que aceptar y que no se enfrentaba”, comenta en el libro, que narra una época donde el hooliganismo estaba en plena efervescencia y donde los jóvenes como él, nacidos en barrios de blancos, eran objeto de un acoso diario.
Gayle tuvo sus mayores encontronazos en Liverpool con Tommy Smith, apodado Anfield Iron, por su intransigente carácter. Este aguerrido central era todo un emblema del club, con más de 600 partidos a sus espaldas. “Un año antes de mi llegada había sido uno de mis héroes, el que anotó un gol en la Copa de Europa que el Liverpool ganó al Borussia Mönchengladbach”, recuerda en su libro. Gayle nunca pensó encontrar en él un enemigo. Se había criado en la zona que va hacia Escocia, donde residía la mayor parte de las comunidades inmigrantes.
Pero el Smith de entonces vivía un particular ocaso. Dos años antes le habían retirado la capitanía. Sin la autoridad, su rol en el vestuario había cambiado. “Nunca me dijo que no le gustara, pero fue mi impresión desde el primer momento”, recoge Gayle, que rápidamente se convirtió en el particular sparring del veterano. El defensa tuvo un pequeño periplo en el fútbol estadounidense y regresó en 1978 para hacer, a regañadientes, su último servicio en el fútbol inglés.
Fichó sin querer por el Swansea galés, pero siguió yendo a entrenar a Melwood, campo de entrenamiento del Liverpool. Se probaba con los más jóvenes, entre ellos un Gayle desbordante al que intentaba maniatar con insultos relacionados con el color de su piel. “Le apreciaba porque era una leyenda viva del club, pero mi aprendizaje me hizo decir ‘basta’, porque desde que uno se sube al carro, todo el mundo salta”, señala. Gayle puso punto y final al abuso en un entrenamiento en Wembley.
Los miembros del reservas habían sido invitados al mítico campo, donde quedaron en evidencia las rodillas de un avejentado Smith. Gayle chutó a gol, el balón rebotó en el perro viejo del Liverpool y se coló por la portería. “Karma”, pensó el primero. “It was black this, black that”, le espetó el segundo, desatando su ira.
El delantero cogió y recortó las distancias hasta que quedó nariz con nariz con un jugador 13 años mayor que él: “Sabes, Tommy, una noche vas a estar haciendo otra de tus bromas en casa y te estaré esperando con un bate. ¿Y entonces? Entonces veremos qué es lo que tienes que decirme”.
Una gélido silencio recorrió todo el terreno de juego. No hubo puñetazos, ni empujones, ni tampoco vejaciones racistas por parte de Smith. Nunca más. Todos callaron, menos Graeme Souness, jugador escocés con 247 apariciones con la camiseta del Liverpool, que después pasaría a los banquillos del equipo (1991-1994): “Has hecho muy bien, Howard, se lo merecía”. “Nunca nadie volvió a decir nada en mi presencia. Fue decepcionante llegar a este extremo. Pero la leyenda de Smith en el campo poco tenía que ver con su persona”, sentencia Gayle, quien dentro de su siempre aplastante y particular lógica nunca pensó que rechazar semejante condecoración fuera a convertirse en noticia.