A descolonizar nuestros cuerpos, primer encuentro
“Pondré enemistad entre tú y la serpiente, dijo Dios explícitamente, es decir, te quitare tu sexualidad: paralizare tu útero, te volverás “histérica”, parirás con dolor y el hombre te dominara (…) con el triunfo del patriarcado y la desposesión de la serpiente en la mujer, aparece el nuevo orden simbólico. El Olimpo se llena de dioses, y entre ellos Esculapio, dios de la medicina, que se ha apoderado de la serpiente y que hoy, cual trofeo de guerra, todavía se exhibe en las marcas farmacéuticas.” Pabla Perez.
La historia de los hombres y mujeres Latinoamericanas en el marco de la colonia, es una historia atravesada por la violencia, que en la actualidad podríamos denominar como violencia sociopolítica ejercida por el terrorismo de Estado y entes para estatales contra los movimientos sociales, en su momento fue ejercida por los colonizadores que por medio de campañas de cristianización y militarización justificaron la esclavitud y el genocidio de nuestras ancestras, rompiendo con la autonomía y las relaciones comunales.
La colonia significo el destierro y el empobrecimiento de las civilizaciones indígenas del continente, significo la caza de brujas que tuvo como objetivo “infundir terror, destruir la resistencia colectiva y el silenciamiento de comunidades enteras”, y allí ubicamos la resistencia de las mujeres, ya que “Debido, fundamentalmente, a la lucha de las mujeres, el vínculo de los indios americanos con la tierra, las religiones locales y la naturaleza sobrevivieron a la persecución, proporcionando una fuente de resistencia anticolonial y anticapitalista durante más de 500 años.” Que se tradujo en diferentes acciones que emprendieron las mujeres, como negarse a ir a misa, a bautizar a sus hijos, o uir a las punas, lugares muy alejados en la montaña.
“Una vez en las punas, las mujeres rechazaban las fuerzas y los símbolos de su opresión, desobedeciendo a los administradores españoles, tanto al clero como a los dirigentes de su comunidad. También rechazaban enérgicamente la ideología colonial, que reforzaba su opresión, negándose (…) a participar en confesiones católicas o a aprender el dogma católico. Y lo que resulta aún más importante, las mujeres no rechazaban sólo el catolicismo sino que volvían a su religión nativa.”
Las mujeres constituyeron un bloque de resistencia anticolonial, perseguidas por brujas y rebeldes, aunque el concepto de brujería fuera ajeno para ellas, esta designación o acusación tenía que ver con sus habilidades de adivinas, con los saberes y conocimientos médicos que tenían desde la apropiación de las propiedades de hierbas y plantas; estas acusaciones en la lógica de la cristianización tenían su base en la adoración al demonio, inculpación bajo la cual denigraron otras poblaciones como los musulmanes y los judíos.
En Perú, el primer ataque tuvo lugar en 1560 paralelamente con el surgimiento del movimiento Taki Onqoy, una organización nativa que buscaba una alianza panandina de las Huacas o dioses locales para contrarrestar la colonización, tomando distancia de las imposiciones culturales y favores de los colonizadores, marcando así un nuevo comienzo para construir una identidad como indios y superar las divisiones.
Los huacas se representaban en montañas, piedras, animales y fuentes de agua, que encarnaban los espíritus ancestrales, representando los principales vínculos con la tierra y las prácticas agrícolas – económicas, las mujeres fueron quienes más determinante mente defendieron las Huacas y su antiguo modo de existencia; en Oaxaca al sur de México las mujeres desde sus quehaceres de herboristas, curanderas y sacerdotisas servían a los y las diosas locales en resistencia a la imposición de un montón de creencias misóginas que moldeaban la economía y la política a favor de los hombres, en esta región producían Pulque-maguey “una sustancia sagrada que según creían, había sido inventada por los dioses y estaba relacionada con Mayahuel, «una diosa madre-tierra que era el centro de la religión campesina»”
Una experiencia, de soles y lunas recientes nos lleva a relacionar la historicidad atravesada en los cuerpos de mujeres que ahora construyen historias:
En medio de cantos que unían las voces de aquellas que desde sentires del sur se encuentran, se cruzan en el camino de la rebeldía con el poder de sanar y transformar, se dan cita para circular la palabra de ciclos por reconocer el poder para despatriarcalizar, descolonizar, liberar conocimientos, emociones y sentires. Dando un giro a la conciencia para sentir la magia de las cuidadoras de las Huacas, de las hierbateras, parteras, productoras de Pulque-maguey, las que les motiva e impulsa a liberar a sus trece antepasadas y a las trece mujeres que se proyectan hacia el futuro.
En círculo, bajo el olor del palo santo y el sonido de los pájaros, cubiertas por las palabras místicas de una voz revolucionaria abrazadora, se dio inicio a una experiencia renovadora, al encuentro de las mujeres que rompen con la idea de enemistad impuesta, denunciando que les han despojaron de todo conocimiento de sus cuerpos, de la capacidad de auto complacerse y reconocerse.
Comprendiendo que el cuerpo, mente y espíritu no están divididas, ¡gran logro del neoliberalismo fragmentador!, ubicando al estudiantado por un lado, a las mujeres y campesinado por otro, perdiendo, como diría Maria Galindo, la capacidad de conectar e interpretar la relación entre racismo, sexismo, explotación, homofobia y desigualdad, -de allí que cobre tanta relevancia la interseccionalidad-, para poder entender la totalidad del ser y de las luchas del digno pueblo latinoamericano. Ya lo diría Marx al concebir la alienación del cuerpo como un rasgo distintivo de la relación entre el capitalista y el obrero. “Al transformar el trabajo en una mercancía, el capitalismo hace que los trabajadores subordinen su actividad a un orden externo sobre el que no tienen control y con el cual no se pueden identificar.” Un orden que atraviesa los cuerpos evitando cualquier proceso de conciencia.
Las ansias de retornar y renovar los vínculos con la tierra y la medicina les permitía observar una forma de poder femenino, que articulada a la lucha organizada por los derechos, haría de las militancias ejercicios más coherentes y de la vida, el sentido de utopías vigentes.
Reconocían las historias de resistencia de las mujeres latinoamericanas en la colonia, que estaban a “cargo de enviar lluvia y proveer riqueza a quienes solicitaban”, en esta ocasión a cargo de detener la lluvia con la magia del tabaco y de un par de manos y palabras sabias, que ponían en una dimensión material el poder femenino.
Al cartografiar sus cuerpos como un paso de reconocimiento de sí mismas, se podían encontrar dolores o habilidades comunes, partes de sus cuerpos que les enseñaron a odiar y despreciar u otras que han aprendido a amar o han amado desde siempre. Un primer ejercicio de reconocimiento de las formas en las que se relacionan con sus cuerpos y desde allí poder comenzar un camino hacia la recuperación y control de la sexualidad usurpada.
Esculapio, dios de la medicina, cómplice del exterminio de las parteras, brujas y comadronas de la vida sexual y procreadora de las mujeres, de aquella sabiduría ancestral que la ciencia no ha podido descubrir, ni descubrirá, pues son los secretos de brujas mejor guardados, secretos que al odio les susurran sus madres y abuelas.
Quisieron compartir en una noche de luna llena, esos saberes que han retomado de otras mujeres que han pasado por sus vidas, con las manos llenas de greda, dialogaban alrededor del fuego, sobre algunas enfermedades ginecológicas, como la candida, un hongo que se les hizo muy común, y que se puede curar con ajo: un diente de ajo dos veces al día, sumergido en aceite de almendra e introducido por el extremo abierto de la vagina, durante seis días. Con la greda moldeaban sus vulvas, la parte externa de la vagina, algunas omitían sus labios inferiores o desconocían sus vulvas e inventaban formas y tamaños, algunas con clítoris otras sin uretra, una diversidad de vulvas.
La cena que compartían daba cuenta de que es esencial la alimentación en un proceso de reconocimiento, auto cuidado y autorregulación con plantas y hierbas, que además tienen maneras distintas de preparación, como la infusión, la cataplasma o los tintes.
Al amanecer se recordaba que sus ancestras fueron las enemigas del dominio colonial y ahora ellas serán las enemigas del dominio patriarcal, colonial y capitalista; ejercicios que implicaron conciencia de cada movimiento de sus cuerpos les hacía correr gotas de sudor, esfuerzo y preocupación sobre el estado del vehículo del alma.
¿Hombres mutilados? Dijo Aristoteles sobre ellas, Aristoteles de estos tiempos, pensaban, teman a las brujas, libres, anticapitalistas y antipatriarcales que hoy, con la fuerza de sus ovarios, siguen reuniéndose en los ríos de la linda Cundinamarca para sanar y conspirar. Una experiencia, un momento sublime de limpieza, les esperaba una quebrada y todos sus elementos; cada una caminaba con sus huevos cargados de energías sexuales y recuerdos, que en las mujeres suelen estar durante siete años, a diferencia de los hombres, que duran con las energías sexuales una luna. Reconociendo la importancia de liberarse y dejar con la corriente del agua esas energías, que pondrían en armonía sus úteros, se dispersaron por el lugar, un lugar que cada una se llevo en la memoria, un lugar al que la vida les volverá a llevar, pues allí dejaron la magia, el poder y el amor con el que se sana.
“Sanar la vida y sanar el alma, la compañía de mis hermanas las tejedoras, las soñadoras, las cíclicas, las que con una sonrisa pueden curar cualquier amargura, que con un canto entonan la energía del agua y de la luna, las que detienen la lluvia con su magia.”