Las guardias campesinas se abren camino con el aterrizaje de la paz
Cuatro nudos colgados del extremo superior de bolillos forrados en sus puntas con los colores de la bandera de Colombia, con la versión miniatura de un machete amarrada en la mitad y grabados con la frase ‘Vuelve Bolívar’, son el símbolo de que los campesinos quieren ser autoridad en el Catatumbo.
Los cuatro nudos son por los cuatro campesinos que murieron en el paro agrario de 2013; el machete porque es su principal herramienta para meterse en el monte y sembrarlo; y la frase, la manera en la que conciben políticamente el desarrollo de sus territorios.
“El bolillo es porque somos guardias civiles, no estamos armados, somos los que ayudamos a organizar”, le dijo un campesino de la Guardia del Catatumbo a La Silla mientras trataba de poner en palabras, lo que a todos allá les parece una obviedad.
Ellos no son una milicia, no tienen armas, no están uniformados para la guerra; aunque acompañan grandes eventos de los campesinos, tampoco son un equipo de logística; no son un actor político; no están para atacar sino para defender; no son escoltas y tampoco están por encima de las juntas de acción comunal en las veredas.
Pero hacen las veces de policía veredal, resuelven conflictos entre los vecinos, cuidan quién entra y quién sale de su jurisdicción, y en sus propias palabras, defienden sus territorios y quieren convertirse en gestores de paz.
Son una figura que no tardará en generar polémica en el país.
El del Catatumbo es solo un ejemplo; en Cauca, las guardias campesinas fueron las primeras en constituirse; en el Magdalena Medio, están a un paso de fundarlas; y en otras partes están preparándose para hacerlo.
La defensa del territorio
Aunque no están constituidas formalmente y no son reconocidas por el Gobierno, las guardias campesinas están inspiradas en las guardias indígenas que se crearon en los resguardos para proteger sus culturas, costumbres y la llegada de extraños a sus territorios.
Sus mandatos son muy similares. La gran diferencia está en que las campesinas no hacen parte de un autogobierno, y en que aunque quieren ser autónomas en las veredas, reconocen que en estos momentos necesitan de la Fuerza Pública para defenderse de grupos ilegales.
Entre los líderes campesinos del Cauca, el Catatumbo y Magdalena Medio, no es claro la primera vez que se habló en el país de las guardias campesinas, pero el antecedente más preciso que tienen se remonta a 2011 cuando se estableció por mandato su creación en el Congreso de Tierra, Territorios y Soberanía realizado por el Congreso de los Pueblos -una organización que agrupa a asociaciones campesinas en 23 departamentos del país y que es afín a los postulados políticos del ELN-.
La necesidad se vio, según le contó a La Silla, Marylen Serna, de Congreso de los Pueblos, en que necesitaban defender sus territorios y en que para esa labor los campesinos no confiaban ni en la Policía ni en el Ejército porque sienten que les han vulnerado sus derechos y que, de cederles el control, los reprimirían.
“Sentimos que debía haber un brazo en la comunidad integrado por gente responsable que pudiera poner un límite a la intervención de todos los actores que los han victimizado y defender los territorios en donde vivimos los campesinos. Nosotros somos completamente independientes y autónomos de cualquier grupo armado legal o ilegal”, explicó Serna.
La defensa del territorio es su principal consigna, y es compleja en sí misma. Cuando hablan de los actores legales e ilegales, los campesinos no solo se refieren al Ejército y la Policía por un lado, y a las guerrillas y bandas criminales por otro; también hablan de mineros, multinacionales y petroleras
“Por ejemplo, si llegan a explotar nuestros recursos, a acabarnos el agua, a sacar el oro, el carbón y llevárselo no los vamos a dejar. ¿Cómo? Pues si montan un campamento de una nosotros se los desmontamos y les dejamos todo ahí para que se lo lleven; si quieren meter una retroexcavadora les impedimos el paso; si ya está, le quitamos partes importantes para que quede inservible. Nuestra misión es proteger lo que es nuestro, todo sin armas”, le dijo a La Silla Henry Díaz, de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria, Fensuagro, de Marcha Patriótica. Algunos de sus miembros han sido capturados acusados de ser de las Farc.
Sin embargo, todos reconocen que grupos armados pueden pasar por encima de las guardias campesinas y asesinarlas.
Hasta el momento eso no ha pasado en parte porque con el dominio territorial de las guerrillas y la interlocución que existe entre sus integrantes y los campesinos las reglas estaban claras, pero con la salida de las Farc del escenario, la posibilidad de que el ELN se siente a negociar y la expansión de las bandas criminales, el riesgo crece.
“Uno lo que está esperando es que eso nunca pase. Los campesinos nos hemos hecho respetar, pero en ese caso sí tendremos que acudir a la fuerza pública para que nos proteja”, le explicó a La Silla un campesino del Catatumbo.
La más fuertes: Cauca y el Catatumbo
El 2012 fue el año que marcó el inicio de las guardias campesinas en el Cauca y empezó al sur del departamento, cuando organizaciones campesinas como Ordeuca -Organización para el Desarrollo Urbano y Campesino-, promovieron la idea en zonas rurales del Macizo Colombiano, donde nace el río Magdalena, y donde el ELN manda.
“Al principio éramos muy pocos, nadie entendía bien para qué funcionaba esto, pero con el tiempo hemos logrado reconocimiento”, le contó a La Silla Walter Quiñonez, vocero de la Organización para el Desarrollo Urbano y Campesino, Ordeuca, y directivo de la Coordinadora Nacional Agraria.
Desde 2012 para acá, la creación de las guardias ha ido tomando cada vez más forma y su conformación es cada vez más sofisticada.
Ahora tienen escuelas en las que los campesinos (que pueden ingresar desde los 14 años y siempre y cuando pertenezcan a algún grupo dentro de la vereda -deportes, cultura, la junta, mujeres), reciben además de entrenamiento físico, clases de defensa personal y de primeros auxilios, formación política. Sobre esta última, nadie le precisó a La Silla si era propiamente de izquierda; en su lugar hablaron de que se basaba en la “concepción de territorios” y en derechos humanos.
“Es muy importante que quienes entren en las guardias tengan mucha claridad política sobre qué es, para qué sirve la guardia, sobre el territorio y su uso y sobre por qué es importante defenderlo”, le dijo a La Silla Serna.
Según le explicó un guardián del Cauca a La Silla, el uso del machete o del bolillo solo está autorizado para defensa personal y en caso de que se use solo se debe hacer para neutralizar. “No queremos cometer los mismos errores de la fuerza pública”.
En el Cauca, las guardias campesinas no solo están en el sur. Al norte del departamento, en la frontera con el Valle del Cauca, en 2013 nació otra apadrinada por Marcha Patriótica, movimiento político afín a las Farc.
“Desde hace cinco años se venía pensando, pero esta iniciativa empieza más a fondo con el tema del proceso de paz y los acuerdos. Estamos responsabilizándonos del territorio, porque para nadie es un secreto que estaban las Farc acá entonces otros no entraban. Debido a ese cambio, nos tocó tomarnos muy en serio la guardia y a finales de 2016 ha tomado mucha fuerza”, le contó a La Silla Henry Díaz, de Fensuagro.
Las guardias campesinas en el Cauca, siguiendo el modelo de las guardias indígenas, tienen control territorial sobre sus zonas con retenes en los que llevan registros de las entradas y las salidas. Si un extraño va tiene que entrar con un conocido y explicar los motivos de su visita; también resuelven conflictos entre vecinos en las veredas, acompañan eventos y se mueven- a modo de escoltas- con sus líderes.
En el caso de la del sur del Cauca, estarán encargadas de controlar la siembra de cultivos ilícitos para impedir que sigan creciendo y para que se implemente el punto cuatro del acuerdo entre el Gobierno y las Farc, y están buscando que en todas las veredas donde exista una guardia todos sus habitantes se sumen.
Ambas guardias calculan que tienen alrededor de 200 campesinos y en varios casos actúan coordinadas con las guardias indígenas y cimarronas, pero no entre ellas.
“Eso es como el dicho, juntos pero no revueltos. Uno respeta cada proceso pero hay diferencias sobre lo que creemos del territorio y de las estructuras de gobierno. Si algún día hay que coordinar algo se hará, pero hasta ahí”, explicó Henry de Fensuagro. En el Congreso de los Pueblos dieron una versión similar.
En el Catatumbo, la decisión de crear la guardia campesina fue más coyuntural.
A raíz del paro de 2013 en el que los campesinos de esa región bloquearon vías en Tibú y Ocaña en Norte de Santander durante 53 días, la necesidad, según ellos, de tener su propia forma de seguridad se hizo apremiante.
“Al principio arrancamos prestando seguridad solo en los eventos pero sacábamos a las personas de las mismas delegaciones que llegaban a las reuniones. Pero para nosotros ha sido un principio importante mantener la seguridad dentro de nuestros propios espacios, por todo lo que ha generado la creación y la labor de la organización”. dijo Wilmer Téllez, dirigente de la Asociación Campesina del Catatumbo, Ascamcat, y coordinador de la guardia campesina del Catatumbo que está adscrita a esa asociación.
Desde su creación, sus movidas las define Ascamcat. Según Téllez, cuando un guardia aparece es porque la organización lo envió allí con una misión específica, que a su vez le sirve a esa organización para tener ojos y oídos en todas partes.
De modo que el crecimiento de la guardia en el Catatumbo va en paralelo con el de Ascamcat, una organización con afinidades ideológicas con las Farc.
Así, su proceso de consolidación, según el mismo Wilmer, va a paso lento pero seguro: lento porque, aún cuando Ascamcat, demostró en el paro de 2013 que su capacidad de convocatoria es grande, llegar a todas las veredas no es tarea fácil.
En su momento, fueron diez campesinos los que con un bolillo, un machete pequeño y una camisa que dice guardia campesina, empezaron la red de información, vigilancia y seguridad. Hoy son 240 integrantes (más que todo en Tibú) que llegaron gracias a que eran activos en su junta de acción comunal, y que pasaron por una escuela de formación, al igual que en el Cauca, en derechos humanos, técnicas de autoprotección, primeros auxilios y política que propende por la defensa de su territorio.
“Antes la gente lo veían a uno con un bolillo terciado y era como ‘pero ese no tiene nada qué hacer o qué’. Hoy en día la gente dice que ‘si la guardia no está ¿quién nos va a garantizar la seguridad?’. Si hay un enfermo ellos ayudan a moverlo, ellos están pendientes”, dijo Téllez.
Con el reconocimiento que han abonado, no solo entre los campesinos como entre las Ongs internacionales que se mueven por el territorio, así como los personeros o el defensor del pueblo, ya ha habido escenarios en los que son ellos la cara y la voz de la comunidad frente al Ejército.
Según le contó Wilmer a La Silla, hace unos dos meses en Miramontes, una vereda de Tibú, siete miembros del Ejército detuvieron a un campesino porque, según ellos había salido a llamar para informar que ellos habían llegado. Cuando la comunidad se dio cuenta, llamaron a la guardia campesina que logró que lo dejaran libre, bajo la advertencia de que si no lo hacían no los dejaban moverse de donde estaban.
Hoy la guardia del Catatumbo es el referente nacional más importante que existe entre las demás organizaciones campesinas afines a Marcha Patriótica.
La expansión
Además de estar fortalecidas en el Cauca y el Catatumbo, la idea de las guardias campesinas se está expandiendo por todo el país.
Eduardo León, de la Cumbre Agraria le dijo a La Silla que tras el paro agrario de 2013,en 2014 en el marco de la Minga -reunión de todas las organizaciones campesinas- le presentaron al Ministerio del Interior un pliego de ocho puntos en el que está contemplado el reconocimiento a la territorialidad campesina que incluye, entre otras, a las zonas agroalimentarias (promovidas por Congreso de los Pueblos), a la zonas de reserva de campesina (promovidas por Marcha Patriótica) y las guardias campesinas.
“Esto ha sido complicado. Hace unas semanas se hundió el proyecto de acto legislativo para el reconocimiento del campesinado, y eso muestra que sigue habiendo falta de voluntad del gobierno para el reconocimiento de estas iniciativas”, le explicó León a La Silla.
Sobre eso, una alta fuente de adentro del Ministerio del Interior le dijo a La Silla que el Gobierno aún no ha tomado posición sobre las guardias campesinas y por lo que pudimos averiguar, no existe mucho ambiente para respaldarlas.
Aún así han existido avances, y este año delegados de organizaciones campesinas hicieron talleres sobre las guardias, que en últimas lo que quieren ser es reconocidas jurídicamente como autoridades de paz en las zonas donde el posconflicto va a llegar con la salida del escenario de las Farc.
Marilen Serna de Congreso de los Pueblos explicó que en todo el país ya cuentan con 60 guardias delegadas y que han hecho talleres en el Cauca, el Sur de Bolívar y Arauca. Además, las 73 organizaciones adscritas a la Coordinadora Nacional Agraria ya tienen procesos para crear sus propias guardias.
En el lado de Marcha Patriótica, tienen sus propios procesos y Wilmer Téllez, de la guardia del Catatumbo, le contó a La Silla que desde Nariño, Córdoba, Magdalena Medio y Antioquia han llegado delegaciones hasta Norte de Santander para entrenarse.
El fin último de las guardias campesinas, según le explicó a La Silla León, de la Cumbre Agraria, es volverlas el mecanismo de autoprotección en el marco de los territorios agroalimentarios y de las zonas de reserva campesina.
En la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina, Anzorc, (afín a Marcha Patriótica) tienen la misma versión.
César Jerez, uno de los líderes de esa organización, explicó que su apuesta más grande está en que sean las guardias campesinas las que custodien las seis zonas de reserva campesina que existen, las siete que están a un paso de constituirse y las 29 solicitudes más.
Ese proceso ya va avanzado, por ejemplo, en el territorio de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, Acvc, en donde existe una zona de reserva campesina que abarca cuatro municipios del Magdalena Medio.
La guardia, que esperan constituir formalmente allí este año, durante 2015 se dedicó a la convocatoria de los potenciales guardias así como a los talleres de formación, en la misma línea que los del Catatumbo. Precisamente para iniciar el proceso, trece delegados de la Acvc fueron a la escuela de Ascamcat.
Hoy tienen una base de setenta personas que también deben cumplir con altos estándares de disciplina y buen comportamiento en su región y, en palabras de Miguel Cifuentes, uno de los líderes de la Acvc, es fundamental en la coyuntura que atraviesan regiones como el Magdalena Medio.
“En medio del posacuerdo, no sabemos qué pueda suceder con ciertos vacíos de poder. La función de la guardia es hacer una vigilancia cotidiana para prevenir lo que pudiera pasar en cada vereda (...) es de alerta, información en red, en cada caserío para que tener la posibilidad de prevenir hechos lamentables”.
En esa misma región, pero en otros siete municipios del Sur de Bolívar en donde, como lo contó La Silla, el fantasma del paramilitarismo está rondando, la Federación de Agromineros del Sur de Bolívar, Fedeagromisbol, también ha avanzado en el último año en la constitución de su guardia campesina, que además de vigilar, se encargaría de preservar el medio ambiente.
Con la creación y consolidación de las guardias queda claro que los campesinos (o por lo menos los más politizados) quieren hacer valer el principio del acuerdo entre el Gobierno y la Farc que dice que la paz se construirá desde abajo y con ellos, y con el fast track andando están en el momento ideal para hacerlo.
“El campesino no es el mismo de hace 20 años. No es ese. El campesino de ahorita es un campesino muy piloso que sabe cómo defenderse, cómo reclamar las vainas. No es ese de hace un porotón de tiempo. Ahorita, no”, dijo Wilmer Téllez, de la guardia campesina del Catatumbo.