Entre Enrique Peñalosa y Rafael Uribe Noguera están los peces de Atlantis
No hay mucha diferencia entre Peñalosa y el pedófilo feminicida, si nos ponemos a reflexionar lo que le ha hecho y le hará a Bogotá el alcalde si no lo revocamos. Me dirán ¡exagerado!¡mamerto!¡petrista!¡12 años de desastre! … y ya. La verdad es que los argumentos para defender al honorable alcalde son como los que defienden la inocencia de Tomás y Jerónimo Uribe: un mito urbano sostenido con babitas. El “dotor” sin doctorado es el más fuerte activista en pro de su revocatoria, o si no que lo digan los pececitos de Atlantis.
Cuando opiné sobre el pedófilo feminicida en redes sociales hace unas semanas y relacioné sus crímenes con su condición de clase, me señalaron de radical, generalizador y fomentador del odio; pero nadie me dio una idea convincente que me hiciera cambiar de opinión, sólo lugares comunes en contra de polarizar una discusión. Lo señalo porque aunque se escoja obviar las diferencias materiales de una sociedad, eso no las hará desaparecer.
Es que el problema con personajes sin control como Peñalosa y el pedófilo-feminicida es que están convencidos que tienen licencia para hacer lo que se les da la gana y que, sobretodo, las consecuencias de sus acciones no tendrán una reacción por lo menos igual. A la rosca de este país, esa que ha tenido en sus manos nuestros destinos, la han criado con la falsa casa en el aire en su cabeza de que nacieron para gobernarnos según sus caprichos ¿o acaso el coscorrón de Vargas Lleras no soporta lo que digo?
Así como los hermanos del pedófilo feminicida obstruyeron la justicia, mercachifles de la información como la revista Semana publican en primera plana artículos ridículos como el famoso “Incomprendido” y no aceptan que sus publireportajes toman posición; algo que no está mal, pero no presentan la información completa a la que tiene derecho la ciudadanía. Los “hermanitos” alcahuetas de Enrique Peñalosa, esos que no denuncian el crimen sino que lo encubren, son los medios corporativos de comunicación a los que tanta piquiña les producía la anterior administración en el poder de Bogotá.
Las consecuencias irreparables que tendrá para nuestra amada Bogotá en las próximas décadas la venta de ETB y EEB, la urbanización de la Van der Hammen, el detrimento patrimonial que significó botar a la basura el metro subterráneo que ya estaba listo para su ejecución, u olvidarse de los derechos sociales de la población mas vulnerable; sólo puede ser comparado con violar a Bogotá tal cual como se viola a una niña indefensa con toda una vida por delante. Y es que como dice el mismo alcalde, parafraseándolo “los resultados se verán mucho después de que yo deje la alcaldía” cuando realmente ya no podamos hacer mucho sino sufrir las consecuencias, y si le parece exagerado pues súbase a un Transmilenio por la avenida Caracas.
Al final lo que se pone sobre la mesa son modelos de ciudad totalmente contrarios. El modelo de ciudad que prioriza la vida, frente al modelo de ciudad de la muerte. Por el lado de la vida ofende la reapertura de la Santa María, o que se ignore el hecho cierto de que para muchos es más importante recuperar una reserva como la Van Der Hammen que expandir la ciudad para enriquecer a los financiadores de la campaña del alcalde, o la destrucción de los avances en el derecho a la salud de la población mas vulnerable.
Finalmente lo de los peces sería un detalle menor, si no fuera evidencia de la peligrosa incompetencia clientelista de una administración mentirosa que, fusionada con el oportunismo y adobada con el miedo a su proceso revocatorio, nos puede llevar fácilmente a un camino sin retorno. ¿Si ven? No hay mucha diferencia entre Rafael Uribe Noguera y Enrique Peñalosa.