Quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semilla: Carlos Alberto Pedraza Salcedo presente
«No importa; los revolucionarios vamos adelante.
El abismo no nos detiene: el agua es más bella despeñándose.
Si morimos, moriremos como soles: como soles despidiendo luz».
Ricardo Flores Magón
El 20 de enero del 2015, un joven revolucionario era asesinado y rematado por un tiro de gracia en su cabeza. Su cuerpo quedó tendido en un paraje en el municipio de Gachancipá, como una amenaza manifiesta de crueldad que les esperaría a quienes anhelaban una Colombia nueva, libre, soberana, en paz y con justicia social.
La guerra sucia y el terrorismo de estado, hicieron que Carlos Alberto Pedraza Salcedo se sumara así a la interminable lista de jóvenes de nuestro pueblo que se enfrentaron sin miedo a una dictadura y sus esbirros, y que dio lo más valioso, su vida, para que la justicia social no solo fuera una frase, si no la lucha continua del pueblo y de sus gentes más humildes por las transformaciones sociales.
Como muchos otros jóvenes, Carne como le decíamos algunos, representa a una generación que vive y cree en la necesidad y la posibilidad de hacer la revolución. Vivía en Molinos al Sur oriente de esta capital tan grande y desigual, pero pudo vivir en Potosí, la Victoria, la estrella, el Policarpa, las Cruces, la Estancia, en Si loe, Florida blanca o la Comuna 13, y en muchos lugares más de nuestro país donde existen mujeres y hombres febriles a luchar y enfrentarse de cara a cara contra el enemigo.
Hoy es difícil sentirse joven, alegre, vivir tranquilo… En realidad no se puede, por el contrario, la juventud de hoy ha sufrido mucho y necesariamente la solución definitiva pasará por un camino largo, duro, con muchas penas y derrotas, pero con seguridad, con el calor y la luz de la victoria…Era parte del pueblo que se había puesto de pie. Pero era parte de un pueblo consciente, sin temor, que se enfrentaba diariamente a la muerte.
A dos años de su asesinato no debemos olvidar de que era un revolucionario. En el sentido que él reflejo con una vida dedicada al deber, decimos: no nos detendremos, nos levantaremos con dignidad y avanzaremos con más fuerza. Nos multiplicaremos en los barrios y veredas. Su nombre no se desvanecerá, de su vida renacerá en una nueva generación que no sabrá de derrotas, que no sabrá de lamentos, sino de luchas y victorias. Los revolucionarios seguirán trabajando, organizando, luchando y venciendo, pues todos los días somos pueblo y somos Carne también.
Y aquí estamos los parados, los firmes como el pueblo invencible, como la inmensa mayoría de los colombianos y colombianas. Aquí estamos las víctimas de la violencia de estado mientras los victimarios caminan llenos de impunidad y cagados de risa por las calles acechando a nuestras familias, a indígenas que luchan por su territorio, a campesinos en busca de un terreno para ejercer soberanía alimentaria, a estudiantes en procura de una educación gratuita y de calidad, a trabajadores que reclaman un salario digno para su sostenibilidad, a hombres, mujeres y niños. A la verdadera Colombia.
Aquí estamos y no nos vamos a callar por más que disparen a la cabeza, por más que disparen por la espalda como cobardes asesinos pagados por multinacionales con dineros untados de sangre.
Aquí estamos poniendo el pecho, de frente aunque pretendan cerrar nuestros parpados para siempre cegando nuestros sueños básicos como una vivienda que nos cubra del frio, del calor, de la lluvia o de las balas asesinas. Todo esto resumido en tranquilidad y vida digna.
Aquí estamos los revolucionarios de corazón, los reales, los de a pie, con media vida enterrada en la madre tierra al sur de nuestra fría y amada Bogotá con la libertad muerta gracias a un Estado paramilitar de extrema derecha que acuesta a quien piensa diferente y se atreve a gritar sus inconformidades a los gobernantes en la cara, de frente y sin temor.
Aquí estamos saliendo de los escombros crueles de la guerra, saliendo adelante luego de una sacudida tremenda con magnitud de números infinitos en la escala del mal estado colombiano.
No creo en imágenes, ni en edificaciones que se llenan de seguidores los domingos acumulando riquezas, escondiendo malas acciones con limosnas y desviando la atención de las realidades, no creo en SANTOS que buscan la paz en medio de represión, ejecuciones extrajudiciales y detenciones arbitrarias contra el pueblo. Esa paz es imposible de alcanzar.
CREEMOS EN LA GENTE, CREEMOS EN LA POSIBILIDAD DE UNA NUEVA COLOMBIA Y CREEMOS EN EL PODER POPULAR.
Y Seguimos aquí, aquí estaremos para generar unidad y lucha en contra del tirano traidor que vigila con ojo de ÁGUILA todos nuestros movimientos y pensamientos. Seguimos aquí para unir fuerzas y romper la mordaza que nos ahoga el grito de libertad con leyes que benefician el capitalismo que se recuesta en cuerpos quebrados de mala vida.
Seguimos aquí para advertirles que no nos podemos quedar en casa viendo la televisión basura mientras se reparten y malgastan nuestros recursos, todo aquello que ancestralmente nos pertenece.
Y aquí seguiremos invitándolos a salir a las calles a exigir respeto por nuestros derechos, a exigir lo que es nuestro, a exigir que las cosas se hagan bien, por nuestro bien y no por el de unos pocos, a exigir que seamos tenidos en cuenta en la toma de decisiones y poder preparar el terreno arado por la niñez, cultivando por las manos de la juventud del presente para poder recoger los frutos de la adultez del futuro.
¡Aquí estamos y sé que desde algún lugar de la inmensidad nos acompañan en la lucha compañeros!
«Siempre con la certeza que la eficacia del amor…sólo se logra con la revolución».
CARNE, CARLITOS, HERMANITO, COMPAÑERO… ¡HASTA SIEMPRE…! VENCEREMOS…