A mis amigos, hermanos y ante todo compañeros de lucha y resistencia Oscar Arcos y Daniel Garzón
- Erick Silva
- 27 mar 2017
- 6 Min. de lectura

Aquí se queda la clara La entrañable transparencia De tu querida presencia… ♫♫
Hablar de Oscar y Daniel es realmente un reto, lo planteo entendiéndolos como sujetos únicos en tiempos actuales donde reina la individualidad, donde el amor al compañero y la compañera ha pasado a un segundo plano, y la lucha utópica ya no tiene sentido en muchos jóvenes, donde solo queremos asumir lo establecido y no pelear por un mejor mañana.

Resulta duro escribir sobre personas con las cuales compartí diversos momentos y situaciones. Sé que para muchos fue una pérdida dolorosa tanto como para mí. Sin embargo, es necesario realizar este ejercicio con el fin de enaltecer su memoria, recordarlos no sólo como jóvenes aplicados y académicos, como ya lo han resaltado en múltiples ocasiones los profesores Renán Vega y Adolfo Atehortua y han confirmado sus compañeros de carrera. Yo los recuerdo de otra manera, quizás más latente y rebelde, con sabor a cumbia y vallenato; los recuerdo como esos seres que te pegan en el alma y se quedan impregnados en el corazón por la eternidad.
Tengo que decir que estos personajes que se salían de los esquemas de la sociedad, han sido parte importante en el ir y devenir de mi vida. En este punto, me disculpo quizás si explota la emotividad en algún momento, ya que, no contemplo realizar corrección alguna a este escrito, debido a que soy un convencido de que las palabras más sinceras son aquellas que provienen del corazón; y creo que la semilla de mis hermanos aún prevalece y su pensamiento de algún modo resuena en esta Colombia profunda.
Oscar, un hombre que poseía un carisma descomunal, capaz de sacar lo mejor de nosotros y enseñarnos que se vive para luchar, sin importar las dificultades siempre vamos para adelante, ¡nosotros damos pasos de avanzada, jamás de retroceso! nos decía convencido o quizás convenciéndonos al ver lo inmaduros y acelerados que podíamos llegar a ser en nuestras vidas y en la academia. Generaba en nosotros una confianza y compromiso indestructible, buscaba que cada cosa que hiciéramos saliera bien si no era así mejor no la hiciéramos, afirmaba con vehemencia que “los blanditos no solo se ven desde cómo abordan la ideología política sino desde el mismo modo en el que lleva la vida”
Recuerdo con mucho cariño, cuando después de lo sucedido – su desaparición física- , nos sentábamos a hablar de manera fraterna con algunos compañeros, afloraban las anécdotas y relatos, ejemplo de ello, es cuando un compañero sale con “la perla” de que conoció a Oscar en la estación de transmilenio de calle 76, mientras pedía que le colaboraran con lo del pasaje, ya que, se había quedado sin dinero realizando un papeleo para la universidad y se encontró frente a frente con Oscar; él tranquilamente le dijo: - “ tranquilo niño yo le pago el pasaje”, actitud que sorprendió a este compañero, ya que, es extraño ver que alguien te extienda la mano de manera desinteresada y sin conocerte, nos decía que en primer momento se sintió extraño porque Oscar le hablaba como si lo conociera de toda la vida, le explicaba el funcionamiento de la universidad, y siempre le decía con una sonrisa “Tranquilo niño cuando necesite ayuda me avisa”.
Así era Oscar un constante latir de apoyo, humildad y sencillez, entrador a la hora de hablar y su particular caminar de niño, le decía yo, parecía fuera su primer día en la universidad, su maleta puesta en un hombro acompañado de su sonrisa contagiosa por los pasillos y plazas de la universidad, características que recordamos quienes lo conocimos, no con nostalgia sino con gran cariño pues sin importar las dificultades que tuviera jamás nos negaba su alegría.
Por otro lado, Daniel era un hombre de pocas palabras a la hora del ocio, tenía metido en la cabeza un cambio de la sociedad, que lo llevaba a hablarnos constantemente de la crisis de la universidad, de la situación del país y con una particularidad inolvidable, se sentaba a leernos algún fragmento de un texto que para él era importante, debo confesar que muchas veces no le entendía porque yo era estudiante de Licenciatura en química y la realidad política creía yo “no estaba tan arraigada en mi contexto”, pero Daniel haciendo uso de su avanzado nivel en el sarcasmo, le daba un giro inesperado a todo y lo que era una lectura académica y densa, pasaba a ser un momento de risa con el cual entendía lo que me quería decir, cosa que creo jamás le agradecí.
Recuerdo con bastante risa la primera vez que pude compartir unos “chorros” con él, fue un viernes en la universidad que por aquellos días eran la mezcla extraña de culturas al son de tamboras o un buen Punk, se acercó a las gradas de la cancha blanca y en un tono irónico me dijo: - “ No haga más usted qué piensa de la vida”; parecía un papá, después de su regaño que daba muestra de cariño le dije que se quedara y compartiera con nosotros. Me dijo que él no era ningún “chirrete”[1] que toma trago barato, después de esto soltó una carcajada y dijo: -“ venga un trago”, el caso fue que nos pusimos a hablar de muchas cosas entre estas banalidades, la verdad todos estábamos contentos por la presencia de él porque Dani siempre había sido el más serio y creíamos que era un pequeño ratón de biblioteca que no se daba espacios para el “ocio social vacano”[2] como nos decía Oscar. Luego de unas cuantas horas y 3 cajas de chorro, llegó Oscar buscando a Daniel, nosotros nos encontrábamos en lo más elevado de nuestra parranda donde los sentimientos brotan a flor de piel y la risa se apoderaba del ambiente jajaja, Oscar de repente nos comienza a regañar, nos cuestionaba acerca del avanzado nivel de embriaguez de Daniel, ya que, no podía permanecer en pie; al ver la seriedad con la que llego Oscar optamos por salir hacia la estación de la calle 72 y disponernos a colarnos en transmilenio. Oscar preocupado decía que pagáramos, pero nosotros estábamos ebrios y sin dinero además Daniel eufórico nos invitaba a colarnos a atravesar la calle en búsqueda de un vagón abierto. En efecto, corrimos y brincamos ¡Estamos dentro del bagón!, de repente vimos que nos faltaba alguien, y era Daniel quien por los tragos no lograba subirse, Oscar enfurecido con nosotros y preocupado por el estado de Daniel nos gritaba dejen de reír ayúdenme, al estar todos arriba de la estación el ambiente cambio y se tornó en la alegría, de ver en nuestras practicas la cotidianidad de un colombiano promedio, Oscar entendió y simplemente reía, allí cada uno tomo su rumbo directo a casa, luego de esto nuestros lazos de amistad fueron cada vez más estrechos.
Creo me podría extender recordándolos por múltiples cosas pero sé que hay compañeros que aun quieren decir muchas cosas y el papel esta en blanco para comenzar a hacer memoria de estos hombres, capaces de enseñarnos de un modo distinto que la vida no es solo un juego, que debemos tomárnosla enserio, que nuestros hechos valen más que cualquier discurso académico, sin ánimo de dejar de un lado la importancia de la academia, que aquello que alguna vez hablábamos que a pesar de nuestras diferencias y locuras teníamos algo que nos mantenía unidos una cadena de afectos, entrelazada con el amor eficaz de entender lo complejo de nuestro país, haciendo uso del sancocho popular que somos todos los que de alguna forma compartimos muchos espacios con estos dos grandes, entenderlos no solo desde un punto de vista sino desde su integralidad como seres humanos, académicos y sobre todo sujetos de lucha constante.
Oscar y Daniel tienen muchas particularidades, para mi será siempre un honor recordarlos, hablar de ellos y dejar por sentado que aquellos hombres que transpiraban humildad y transmitían una sensación de coger el mundo con las manos y poderlo moldear como nosotros quisiéramos, siempre hombro a hombro, con la certeza de que alcanzaremos nuestros sueños aunque nos cueste la vida, como quizás lo entendí en una pequeña frase que ellos me compartieron y es que “nosotros no hacemos parte del grupo de los que escribe la historia, que a nosotros nos quede tiempo y vida para participar en ella”[3]. Desafortunadamente a nuestros dos hermanos no les alcanzo la vida para continuar haciendo parte de esta historia, pero acá estamos firmes como el primer día, insistiendo que el amor es la certeza de la vida. Es la sensación de la inmortalidad, como decía el flaco Jaime Bateman, y por el amor a estos compañeros siempre van estar presentes en cada uno de nosotros, lo que los convierte en inmortales pues somos la siembra de Camilo que busca el poder popular y el sueño de Bolívar por la patria grande envuelta por bambucos, vallenatos y una buena pachanga.
Recordándolos con mucho cariño
[1] Expresión que solía usar cuando bebíamos old jhon ó capo club
[2] Con Oscar se acuño el término debido a que este entendió que nosotros no éramos los estudiantes aplicados y mediante tertulias extensas, nos fue dejando la indignación de todo lo que pasaba en el país y en la universidad.
[3] Frase del flaco- Jaime Bateman Cayón, comandante del M-19