"la paz en casa, la casa en paz": reconciliación y convivencia en el extremo sudoriental d
Muchas veces los habitantes de Bogotá se jactan al afirmar que la ciudad siempre ha estado blindada de los grandes problemas de nuestra historia. Que el ser habitantes del centro político y económico de la nación no sólo nos da un lugar privilegiado, sino que además le brinda oportunidades a la gente que bajo la falda de sus cerros se cobija. Esa creencia se ve profundizada cuando nos sumergimos dentro de la lógica citadina y nos damos cuenta que la mayoría de la gente asume que sus problemas son casos aislados, pero en verdad muchos de los problemas de la ciudad están atados a los problemas del país, que no solamente llegan por la radio del taxista o el conductor de bus de servicio público, ni por la TV de la tienda de la esquina, sino que están visibles, se pueden observar en los lugares a donde la mayoría de las víctimas del conflicto han llegado. Este es el caso de Metro 136, un conjunto ubicado en Usme Centro, en el extremo suroriental de la ciudad, y donde se está trabajando para resolver los problemas de convivencia de la gente que habita allí.
El proceso
“La paz en casa, la casa en paz” es un proyecto que se ha pensado como estrategia para contribuir a la convivencia dentro del conjunto Metro 136, donde habitan víctimas del conflicto armado que expresan muchas identidades culturales y sociales del interior del país. Estas diferencias, junto a la defensa de diversas posiciones políticas y los problemas cotidianos han generado casos de violencia entre quienes habitan el conjunto. Expresiones que denotan lo que afecta a la mayoría de las zonas humildes de las grandes ciudades de Colombia y Latinoamérica: un desconocimiento de procesos de convivencia y resolución de conflictos. El abandono del Estado por medio de sus instituciones nacionales y distritales (en este caso) la podemos ver en su falta de acompañamiento a estos procesos de convivencia (aunque el proceso esté auspiciado por la Secretaría de Gobierno Distrital y la Cruz Roja), y en la necesidad de generar un nuevo discurso de solidaridad y fraternidad social que parta de la paz (que como discurso parece estar abandonada para quienes más necesitan de incluir estos procesos en su aspecto más íntimo y familiar).
Como parte del proyecto, se ha realizado la grabación de un vídeo, que pretende servir como diagnóstico de y para la comunidad, donde la gente ha expresado su percepción sobre los principales problemas del conjunto y quienes habitan allí, además de la generación de cartillas y piezas publicitarias cuyo objetivo es mandar un mensaje de paz y reconciliación. Todas estas actividades están encaminadas hacia la realización de un evento de convivencia, planeado para el 23 de Octubre con la gente de la comunidad del conjunto, cuya finalidad no es más sino la de informar a la gente sobre la necesidad de resolver sus problemas y conflictos desde la realización de juegos, un compartir conjunto y la observación del vídeo, que podrá otorgar conclusiones a la gente y ayudarla en la construcción de paz dentro del espacio que habitan.
Proyecciones del proceso
La necesidad de retomar un ejercicio de empoderamiento en derechos humanos y en derechos de las víctimas el conflicto armado se ha vuelto en la bandera que el proyecto ha querido llevar a cabo dentro de la comunidad. Se entiende que muchos de los problemas de la gente de la ciudad son proyecciones a pequeña escala de lo que sufrimos como país. La paz es un proceso que se construye desde la gente y la necesidad de estas escuelas y estos proyectos es mostrarles a las personas que hay otras formas de resolver diferencias, y que la necesidad de estos tiempos de una sociedad en paz implica una construcción desde ellos mismos. El compromiso de la paz no sólo está arriba, en las altas esferas del poder político y económico, también se construye desde abajo, y siendo así debemos defender y empoderarnos de su mensaje.