Seis años sin Alfonso Cano el llamado "arquitecto de la Paz"
Seis años han pasado del asesinato del comandante en jefe de las FARC-EP, Alfonso Cano. Este hecho se dio en medio de la etapa de diálogos exploratorios del actual proceso de paz que ha tenido problemas en su implementación y fue liderado por el comandante guerrillero. El hecho es calificado por muchos como traición y por el mismo autor, Juan Manuel Santos, como un error. Se hace necesaria la verdad y justicia para la paz que pretende materializarse en el país, demostrando un compromiso por parte del Estado colombiano.
Los contactos para lograr iniciar una mesa de diálogos entre las FARC-EP y el Gobierno Nacional desde el 2010, una vez Santos asumió la Presidencia de la República empezaban tomar cada vez más fuerza y ya se había hecho un par de reuniones, en secreto, entre las partes para trazar una agenda que permitiera llevar a cabo la fase pública del proceso. Alfonso Cano siempre fue un hombre presto al diálogo y uno de sus más grandes defensores, participó en los procesos anteriores que no tuvieron un buen resultado, en La Uribe, en Caracas-Tlaxcala y el Caguán.
Sin embargo apostó en todo momento por la solución política al conflicto armado y tomó la dirección de este grupo insurgente luego de la muerte natural del histórico Manuel Marulanda Vélez. Su lugar en el grupo guerrillero fue logrado gracias a su trabajo político en la legalidad y luego en la clandestinidad, nadie dudó en que sería el remplazante del ‘viejo Manuel’. Esto se evidenció durante los diálogos de paz de El Caguán, con el presidente Andrés Pastrana, cuando fue creado el Movimiento Bolivariano y el Partido Comunista Clandestino Colombiano, movimiento de masas y partido político de las FARC respectivamente, siendo él el encargado de dirigirlos, ampliando el espacio espectro político de la estructura, con el objetivo de darle un carácter más patriota que sirviera para alimentar y enriquecer su actuar.
En 2011 Cano era consciente que Santos buscaba asesinarlo y “arrojar su cadáver sobre la mesa” para llegar a un acuerdo de paz con una insurgencia derrotada. Sólo la primera parte se cumplió. Y a pesar de eso siempre le dijo a las tropas farianas: “Por principios, por las certezas que nos motivan, porque somos revolucionarios: amamos la paz”. Viendo la paz el escenario para continuar la disputa por la toma del poder y donde es posible llevar a cabo las transformaciones y la emancipación de los explotados.
Luego de varios años en la más profunda clandestinidad, en compañía de un pequeño grupo de seguridad, que le permitía movilizarse de la manera más rápida y ágil, y también una relación más cercana y humana con cada uno de los miembros del grupo, según palabras de los guerrilleros más cercanos. Con los que siempre insistió en los principios revolucionarios, en la formación intelectual y cultural en la más estricta disciplina, sin privilegios para ninguno y en la cual el sacrificio y la vida de los comunistas debía notarse en todos los aspectos. Despertando gran admiración en la guerrillerada, su entereza era comentada por todos, la de un hombre que tuvo todas las oportunidades para vivir tranquila y cómodamente en la ciudad, pero le dedicó años a la lucha de los desfavorecidos, y la solidaridad con todas las especies, como sus perros que siempre lo acompañaron y cuyo cariño le costó la vida misma.
El 4 de noviembre fue asesinado Alfonso Cano, como resultado de un brutal bombardeo y un inmediato y desproporcionado ataque terrestre, que culminó con la muerte de un aturdido, desarmado y casi ciego jefe guerrillero, incumpliendo con los protocolos del Derecho Internacional; como lo diría luego Timoleón Jiménez, actual comandante en jefe de las FARC, en una entrevista en 2015, en la cual, además revelaría que hubo oportunidad de atacar al Presidente Santos, pero Cano no dio la orden, cumpliendo con su palabra y los principios de las partes que estaban en negociación, esto pocos días antes del fatídico desenlace. A pesar de los hechos, las Farc mantuvieron los diálogos exploratorios para luego oficializar la mesa de diálogos en Oslo y cuatro años después firmar el acuerdo definitivo.
En este lapso de tiempo el grupo subversivo ha reclamado que el Gobierno responda por el crimen y la traición, que diga la verdad sobre los hechos y no califique el acto como un triunfo en la guerra. Por otro lado, el presidente Juan Manuel Santos le aseguró al hermano del desaparecido líder que haberlo asesinado fue un error, aunque en un principio dijera haber "llorado de felicidad". Timoleón Jiménez le ha exigido a Santos en diferentes ocasiones, como también organizaciones sociales y diferentes actores, que responda por el crimen cometido el 4 de noviembre de 2011, que haya justicia en tanto haya verdad y reparación, como también garantías para la no repetición, que no se celebre el asesinato de un hombre íntegro y revolucionario para muchos, tampoco ninguna pérdida humana y que trabajar por la vida sea común acuerdo y actuar.
Es necesario que se demuestre con gestos reales a los colombianos, que el Estado tiene voluntad de paz; esto requiere que el Estado esté dispuesto a no cometer más crímenes contra quienes de una u otra manera demuestran que la desigualdad y las injusticias hacen que haya hombres y mujeres en el país que deciden ir hasta las últimas consecuencias para enfrentarlas y derrotarlas. Que no se despoje de la humanidad al enemigo y se lleven a cabo las disputas por otros medios.