Trabajo, basura, prejuicio y ciudadanía en Bogotá. Una mirada histórica a la lucha de los obreros d
Los obreros de la EDIS, 1958 – 1994
La memoria neoliberal que se gestó en la década de 1990 ofrece un relato sobre la EDIS y Sintraedis en la que la primera es un culto a la ineficiencia y el fracaso de lo público y el segundo, un voraz depredador del patrimonio y el presupuesto, y responsable en última instancia, de la crisis de la empresa pública del aseo urbano. En consecuencia, nunca más sindicatos, ni empresas públicas de aseo.
Este relato neoliberal pasa por alto un detalle. Desde la constitución de la EDIS en 1958, la burguesía bogotana se resistió a pagar la tarifa de aseo. Los industriales y empresarios presionaron a sus aliados en el Concejo para evitar ser gravados con la tarifa ya que eran los mayores productores de basura en la ciudad. También el Estado, el Distrito Especial, mantuvo una deuda permanente y no giró completo su compromiso de transferir el 20% del recaudo del Impuesto Predial y el 5% del de Industria y Comercio, según se establecía en el Acuerdo 30 de 1958 para el funcionamiento regular de la empresa. El deficiente sistema distrital de inventario del número de usuarios facilitó la actitud evasora de la elite empresarial y generó que la EDIS estuviera en permanente déficit presupuestal, teniendo que acudir al endeudamiento para la compra y mantenimiento de equipos en una ciudad que crecía poblacional y espacialmente. Ahí radica el verdadero problema de la denominada ineficiencia de lo público.
Por eso es difícil culpar a los trabajadores de la quiebra de la EDIS, sometida también a la rapiña burocrática bipartidista que impidió los derechos de carrera administrativa y la vinculación por méritos del personal directivo. Siempre estos cargos fueron discrecionales de los Concejales, lo que limitó la capacidad de generar proyectos de largo plazo y continuidad en la planeación y administración.
Sintraedis cumplió, eso sí, un importante papel social y permitió la reconquista de los derechos ciudadanos y la construcción de una fuerte identidad obrera, que solo fue vencida con la privatización definitiva de 1994. Fue el Sindicato el que logró erradicar los métodos autoritarios de administración, como el castigo físico a que eran sometidos los obreros hasta la década de 1960 (12).
El bipartidismo frentenacionalista buscó gobernar a los obreros, controlando el sindicato y vinculando trabajadores para que hicieran política partidaria, al fin y al cabo era una empresa con un número considerable de trabajadores, 864 en 1955 y 3.500 en 1978 (13), la mayoría personal obrero.
Un estudio del Departamento Administrativo de Planeación Distrital realizado en 1978 documentaba que estos obreros estaban en un 55% entre los 18 y 39 años y el 45% se encontraban entre los 40 y los 55 años. Habían alcanzado estabilidad laboral ya que el 71% había permanecido más de 10 años en el cargo, el 19% había permanecido entre 11 y 19 años y 10% había superado la barrera de los 20 años de servicio. El DAPD concluía que eran obreros con estabilidad pero con bajos salarios (14).
El mismo informe encontró que de los 3.120 obreros, 2.120 tenían educación primaria o eran analfabetas, 372 bachilleres, 7 con educación en comercio, 3 eran técnicos, 7 tenían título universitario y 611 no registraban información. Caso contrario ocurría en los niveles administrativos. De 379 empleados, 169 eran bachilleres, 73 universitarios, 53 con estudios de primaria, 36 con estudios de comercio, 3 con estudios técnicos y 45 no registraban información.
Adicionalmente los obreros tenían serios problemas de salud ante la inexistencia de medicina profesional y preventiva, y dotación adecuada que resolviera oportunamente las enfermedades contraídas en el trabajo, tales como afecciones de columna, enfermedades de los riñones, sinusitis, artritis, cortaduras en las manos, lesiones en los pies. Situación que si bien fue contrarrestada todavía se presentaba antes de la privatización de 1989 (15).
Para mejorar las condiciones laborales y sociales los obreros apelaron a varios mecanismos. De una parte, practicaron la recuperación de materiales como cartón y metal, a lo que se le denominó “el talego de la vida”, lo que indignó a las directivas de la Empresa porque retrasaba los tiempos de barrido y recolección. En ese momento surgió la política de rechazo al reciclaje por parte del Distrito y las gerencias de la EDIS.
Para los obreros estas eran prácticas de reciclaje valiosas, para ellos y para la misma economía nacional, según me lo comentó Ciro Onzaga, dirigente sindical entre 1970 y 1991.
“En ese tiempo la basura no valía nada, no se sabía que se pudiera reciclar. La basura llegaba al botadero y ya. Cuando aparece Cartón de Colombia empieza a comprar el cartón, entonces nosotros los trabajadores decidimos escoger cartón, papel, y se lo vendíamos por kilos, llevaban un costal prendido al camión y ahí se echaba lo que se había escogido. Al llegar al botadero ahí había gente que compraba. Se empezó ese reciclaje, llegaba gente al botadero a organizar el reciclaje, muchas señoras, y de un momento a otro eran miles. Se reciclaba cartón, plástico, hueso, cáscaras de huevo, todo lo que se pudiera. Había camiones al frente comprando todo, diario eran toneladas de basuras recicladas. El papel se iba para Cali. La gente decía que era que los escobitas no hacíamos nada más que reciclar, eso fue un problema con nosotros porque reciclábamos”. (16)
También en la década de 1970 los trabajadores lograron establecer las primeras convenciones colectivas, mejorando en algo el salario, la estabilidad laboral y el respeto de las administraciones. Por convención se conquistó la jornada laboral de 6 horas y media, con ello menor tiempo de exposición y así evitar los problemas de salud derivados del trato directo y prolongado con la basura.
Los obreros y su sindicato tuvieron la osadía de construir una sede vacacional, “La Escobita”, en Melgar, financiada con recursos propios derivados de la actividad de recuperación y con aportes de la Empresa. Osadía porque era inconcebible que la “ínfima del pueblo” quisiera tener clubes como la elite.
Fabio Puyo, gerente de la EDIS entre 1970 y 1974, convenció a los obreros de llamarse a sí mismos “escobitas”, removiendo el remoquete de “marranos”. Inicialmente los obreros no querían ser llamados escobitas, mucho menos “marranos” pero aceptaron a cambio de la defensa de la Convención colectiva. Puyo hizo una intensa campaña publicitaria para que la ciudad se acostumbrara a llamarlos “escobitas”, por ejemplo patrocinar al ciclista “escobita” Morales, quien corría a nombre de la Edis en la Vuelta a Colombia (17).
Para mejorar el nivel de vida de las familias obreras el Sindicato hizo de la Cooperativa un instrumento para acceder a vivienda propia, electrodomésticos, útiles escolares, dimensiones materiales de la ciudadanía usualmente desconocidas. También tuvo la iniciativa de construir un colegio para los hijos de los obreros.
Según relata Ciro Onzaga, el sindicato habló con el sacerdote Estanislao Carvajal quien facilitó un lote en el barrio que había nacido con su nombre, al sur de la ciudad, el cual fue adquirido por la Cooperativa y mediante autoconstrucción finalmente edificado. Tenían la sede del colegio pero no los profesores. Por eso interpelaron en 1975 al Ministro de Educación Hernando Durán Dussan:
“Resulta que en ese tiempo estaba de presidente el hijo de Alfonso López, entonces le dijimos al Ministro vamos a construir un colegio en homenaje a Alfonso López Pumarejo, y así se va a llamar la institución. Claro, eso fue difícil primero en el sindicato, que era de mayoría conservadora, pero acordamos actuar con tacto. Y se logró un convenio, que el colegio era del sindicato quien lo administraba y los profesores eran pagados por la nación” (18).
La cooperativa y el colegio significaron logros materiales y sociales del sindicato, y razones para incrementar la adhesión de los trabajadores y el malestar en las elites, quienes seguían considerando intolerable que los obreros trabajaran 6 horas y media, tuvieran primas y bonificaciones. Además, quinquenio del 20% del salario, pensión a los 20 años de trabajo, un colegio y una sede vacacional y para colmo que hicieran recuperación de basuras para su beneficio (19).
Pero lo que más ofendía a las elites era que la “ínfima del pueblo” se atribuyera el derecho a coadministrar la empresa. El poder alcanzado por el Sindicato permitió que delegados de los trabajadores participaran con voz y voto en las diversas instancias relacionadas con la administración de personal, y sobretodo que se atrevieran a plantear que los de abajo podían ocupar el lugar de los de arriba.
El obrero del aseo Justiniano Espinosa decía al respecto en 1979:
“La ciudadanía en general se queja de la mala calidad de los servicios públicos. Pues bien; mientras al trabajador que presta estos servicios no se le vincule a la empresa; no se le permita participar en la marcha de la misma; no se le trate con las consideraciones debidas a su dignidad; no se le permita desarrollar su capacidad de iniciativa, ese trabajador, repetimos, ejecuta de mala gana su tarea; trabaja por ganarse un salario pero no por contribuir a la mejor prestación de los servicios” (20).
Compartir con los obreros la administración de una empresa pública era inaceptable para el Estado burgués. Así que durante la década de 1980 las diferentes alcaldías y la mayoría bipartidista del Concejo de Bogotá, empezaron a nombrar gerentes encargados de preparar la privatización de la EDIS y el desmonte de los derechos de los trabajadores. Mediante procesos disciplinarios y persecución sindical doblegaron la resistencia sindical. En 1988 el alcalde Andrés Pastrana privatizó el 40% del servicio de aseo entregado a los nacientes empresarios de la basura el monopolio argentino Limpieza Metropolitana LIME, surgido con los favores de la dictadura como modelo de eficiencia y al consorcio Aseo Capital de los empresarios colombianos Ríos Velilla, amigos del por entonces concejal de Bogotá Germán Vargas Lleras.
Desciudadanización de los trabajadores del aseo bogotano 1988 - 2012
La privatización del servicio de aseo, iniciada en 1988 y culminada en 1994 con la liquidación de la EDIS, significó para los obreros su reconversión en ciudadanos con derechos limitados, sufriendo un proceso de desciudadanización, consistente en la “extracción” de la ciudadanía, de los derechos y la dignidad alcanzadas, convertidos en sujetos que deben sacrificarse, minorizarse para así garantizar el bienestar de los verdaderos ciudadanos.
La criminalización de la asociatividad sindical en los monopolios privados del aseo fue y sigue siendo un mecanismo de desciudadanización, respaldado por la contratación mediante bolsas de empleos, lo que impide cualquier relación entre el trabajador y la empresa y entre los trabajadores mismos. Con la privatización los empresarios y las autoridades distritales liquidaron la agencia política de los obreros, su presencia en el debate público, siendo reducidos a lo que siempre se pretendió, seres silenciosos, atemorizados y presurosos tras sus escobas o apurados recogiendo bolsas para depositarlas en los camiones, vistiendo coloridos uniformes que sirven para publicitar a las empresas, más que para la seguridad laboral de los obreros.
En páginas de bolsas de empleo tercerizado como A tiempo SAS, Tprotec SAS, Proservis, entre otras, es común leer la oferta de trabajo con que hoy se engancha a los obreros del aseo y se les promete el paraíso:
“Operarios de aseo Barrido. Proservis Bogotá, D.C.
Jornada completa $850.000,00
Importante empresa con presencia a nivel nacional, desea vincular, a su equipo de trabajo, personal con mínimo 6 meses de experiencia en el área de servicios generales y barrido. Se labora turnos de 8 horas con disponibilidad de domingo a domingo 800.000 prestaciones Respuesta inmediata, se garantiza estabilidad laboral y crecimiento dentro de la compañía” (21).
Este tipo de trabajo precarizado y tercerizado tiene repercusiones directas en el bienestar de los trabajadores. Se ha incrementado la desprotección frente a accidentes y enfermedades laborales. Muchos obreros tienen que acudir a acciones de tutela, un mecanismo no colectivo de resistencia, para demandar la atención en salud.
Un ejemplo al respecto es el del obrero Carlos Armando Martínez Roncancio, empleado del monopolio Limpieza Metropolitana, quien tuvo que acudir ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca para reclamar por el deterioro de su salud. En 2005 empezó a sufrir de “espasmo y afectación de la columna vertebral por fractura lumbar y cervical”, por lo cual empezó a recibir acoso laboral para que renunciara. En 2007 sufrió un segundo accidente ya que la empresa no puso en práctica las recomendaciones médicas que le habían sido formuladas. LIME logró despedirlo y más adelante fue recontratado por la bolsa de empleo Aseraseo. En 2013 tuvo otro accidente laboral, que pese su gravedad, no fue reportado por el empleador. Por esto razón formuló reclamación a la empresa, la cual valiéndose de la legislación laboral a su favor lo despidió sin causa alguna. Mediante la simple cancelación del contrato, pese a su severa enfermedad. Hoy padece, producto de la precarización y la desciudadanización las siguientes enfermedades laborales que las empresas y las EPS se niegan a reconocer como enfermedades contraídas en el lugar de trabajo: hipertensión grado 2; hernias cervicales C2, C3, C4 Y C5; hernias discales L1 y L5; aplastamiento de las lumbares L4 y L5; Sacriolitis; espasmos musculares y adormecimiento parcial y total del cuerpo (22). Problemas de salud como estos son recurrentes entre los obreros del aseo privado.
Epílogo: Intentos de reciudadanización y nueva desciudadanización
En 2012 el alcalde Gustavo Petro propuso un nuevo esquema de aseo urbano. Pese a la oposición del procurador Ordoñez y de los empresarios de la basura, estableció la empresa pública Aguas de Bogotá, que promovió la sindicalización de sus obreros. Un gesto que sin duda estaba encaminado a restituir los derechos de ciudadanía de los trabajadores del aseo urbano, quienes no obstante, mantuvieron roces y protestas con los administradores de la empresa y con el mismo alcalde en materia de aumento salarial. No eran simplemente fichas del petrismo, como se les ha calificado, en el intento de desconocer su agencia política.
Cuando llegó Peñalosa a la alcaldía inició un brutal y rencoroso desmonte de la política de Petro. Ordenó al gerente de Aguas de Bogotá entorpecer el funcionamiento administrativo de la empresa para que no fuera viable y así no cumpliera los requisitos para presentarse a la nueva licitación que dio origen en 2018 al viejo esquema privatizador y desciudadanizador del aseo, en el que no se ponga en riesgo la ganancia de los empresarios de la basura, pese al deterioro de la salud del obrero y de la negación de sus derechos ciudadanos. E ahí la razón del paro actual.
Notas (12) “El decano de los trabajadores de Edis. Daniel Mesa Forero”. Periódico SINTRAEDIS. Junio de 1979. p. 2. (13). Departamento Administrativo de Planeación Distrital. Estudio EDIS. Bogotá: DAPD, 1979. (14). DAPD. Estudio EDIS, p. 46 (15) “El amargo oficio de recoger basuras”. El Tiempo. 3 de abril. 1988. P. 8-C (16) Entrevista a Ciro Onzaga. Bogotá, 2016. (17) AB. Fabio Puyo. Informe al Concejo. 1974. (18) Entrevista a Ciro Onzaga. (19) “Conquistas extralegales”. SINTRAEDIS. Junio de 1979. p. 21 (20) Justiniano Espinosa. “La participación de los trabajadores en las empresas de Servicios Públicos”. Periódico SINTRAEDIS. Junio de 1979. p. 4. (21) Ver: https://co.jooble.org/desc/6901965399052247438… (22) Ver: ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIA JUDICIAL – Derecho a la valoración integral de la pérdida de capacidad laboral de un trabajador. https://normativa.colpensiones.gov.co/…/25000-23-42-000-201…
Frank Molano Carmargo Docente Titular de la Universidad Distrital Francisco José de CaldasCandidato a Doctor en Historia, Universidad de Los Andes