Desde las abuelas a las niñas: la lucha de las mujeres zapatistas
Hace diez años, las mujeres zapatistas convocaron por primera vez a un Encuentro de Mujeres, que llevó por nombre “La comandanta Ramona”. Este hecho histórico sucedió del 29 de diciembre de 2007 al 1ª de enero de 2008 en el caracol de La Garrucha “Resistencia hacia un nuevo amanecer”,una de las regiones organizativas de las comunidades autónomas zapatistas ubicado en la selva Tzeltal de Chiapas.
Al encuentro llegaron mujeres zapatistas de todos los caracoles, todos los días caminaban con sus vestidos coloridos y pasamontañas formadas en fila hacia la plenaria. Se sentaban juntas, en grupos organizados según el caracol de donde venían. Algunas voceras tomaron el micrófono, las más adultas compartieron de viva voz y otras traían escrito a mano en sus libretas sus palabras a compartir.
LAS ABUELAS
Primero hablaron las abuelas, contaron cómo era su vida antes y después del levantamiento zapatista en 1994. Relataron las formas de esclavitud moderna que vivieron en carne propia por la ambición de sus patrones, que profanó su relación sagrada con la tierra y convirtió a ese vínculo de vida en fuente de explotación:
“Los patrones, nos tenían como animal, nos ponían a trabajar. Gracias a dios en el 94 es donde paró las molestias de los patrones. Quedaron libres los campesinos, si no, ya estuviéramos de mozos, como antes, como pasaron nuestros papaes, nuestras mamaes, sufrieron ellos porque el patrón era bravo”.
Junto con sus pueblos las abuelas lucharon contra la esclavitud, que históricamente fue abolida doscientos años atrás pero seguía viva en Chiapas. La tierra en la que crecían, la tierra que cultivaban, no les pertenecía y trabajaban para sostener la vida de otros. Su lucha también fue por expropiar sus cuerpos, que hasta entonces eran territorios de dominación sexual por parte de los caciques.
Las abuelas no saben escribir, tampoco saben leer, no tuvieron ese derecho. En las palabras de las abuelas se guarda esa memoria. Son fuertes como árboles sabios. Sus ojos soñaron la liberación y sus manos la cosecharon.
UNA CONSCIENCIA INTERGENERACIONAL
Las abuelas hicieron la revolución para ser libres y las jóvenes lo saben, en las palabras de Rosalinda, mujer zapatista de base del caracol de La Garrucha, hay una conciencia clara de que son herederas de una nueva historia:
“No había respeto por las mujeres, no nos tomaban en cuenta por ser mujer, decían que solo los hombres tienen derecho. Hasta nuestros padres nos decían que como mujeres no valemos nada, nos taparon nuestros derechos, nos los quitaron. Antes cuando no había la organización, no teníamos la libertad para salir a participar, ni derechos a tener cargo (…) Lo hombres se burlaban de las mujeres y decían que no sabíamos hablar, no teníamos derecho ni salir a la calle, estábamos encerradas en nuestras casas, las mujeres sólo trabajan en la cocina en cuidar a los hijos y los animales”
En el Encuentro escuchamos la palabra de compañeras de todas las edades involucradas en distintos niveles de organización y toma de decisiones de la vida comunitaria: las que ocupan cargos de autoridad en Juntas de Buen Gobierno, las que son milicianas en el Ejército, las que participan del comercio en las cooperativas, las que tienen un rol en su sistema autónomo de educación y de salud (que incluye la partería y la salud sexual y reproductiva) y también a las niñas zapatistas.
La participación de las mujeres se labró al interior de sus propias comunidades y movimientos. Como decía Rosalinda, la desigualdad de género también estaba instalada en la práctica y en las creencias comunitarias. LaLey Revolucionaria de las Mujeres Zapatistas fue creada colectivamente en 1993, cuenta Sylvia Marcos que la Comandanta Ramona y la Comandanta Susana recorrieron por cuatro meses las comunidades para que la conocieran y la suscribieran.
Que las niñas crezcan con consciencia de sus derechos forma parte de la educación autónoma zapatista, así compartió una maestra durante el Encuentro:
“En esta educación autónoma todas la niñas y niños en resistencias son respetadas en sus ganas de vestir, de hablar, de participar, también en las decisiones son tomadas en cuenta (…) también se practica el compañerismo, el respeto y la igualdad entre niñas y niños (…) lo que hemos querido para nuestras niñas es que sean tomadas en cuenta, que sean respetadas como niñas y mujeres, que tengan igualdad, que conozcan bien cuales son sus derechos y tengan libertad, que no sean discriminadas, que sean tomadas en cuenta sus palabras”.
NIÑAS REVOLUCIONARIAS
Al fondo de la plenaria había una pinta cuerpo-positiva que decía: “Celulitis sí. Anorexia no”, y leíamos letreros que señalaban las reglas: en este Encuentro los hombres no podían participar de la Asamblea, el espacio era sólo para las mujeres, los trabajos de cuidado, hacer la comida, barrer, limpiar y cuidar a las niñas y los niños les tocaban a ellos.
A pesar de los avances de participación de las mujeres que podíamos escuchar, años después, quienes visitamos la Escuelita Zapatista vimos que la división sexual del trabajo que coloca a las mujeres al frente de las labores de cuidado era una realidad vigente, poner como regla la toma corresponsable de los roles hoy en día sigue siendo un acto revolucionario. No sólo en las comunidades zapatistas e indígenas, a nivel nacional, las mujeres dedican mayor tiempo de trabajo a las labores de cuidado.
Así crecen las niñas, aprendiendo una nueva historia, van a la escuela, aprenden su lengua, hablan español, saben leer y escribir, son notablemente fluidas en la vocería, conocen sus derechos y saben que casarse es una elección.
Hoy María tendrá alrededor de veinte años, hace diez, siendo niña, nos compartió su palabra fuerte y firme a todas las que asistimos al Encuentro. Su imagen es la del futuro que ya llegó, y con ella generaciones de mujeres que desde 1994 saben que otro mundo ya es posible:
“Cuentan nuestras mamás, nuestras ancianas, nuestras hermanas que la vida de una niña antes del 94 era muy difícil porque no nos tomaban en cuenta, si tenemos dignidad como niñas, desde cuando nacemos ya somos despreciadas y maltratadas. Gracias a la lucha zapatista, estoy presente con vida aquí en este encuentro, sino fuera tal vez estaría yo muerta por hambre o por enfermedad curable. Culpable al mal gobierno ya su sistema capitalista, como niñas tenemos el derecho de vivir dignamente como cualquier otra persona”.