Una hinchada rebelde y libertaria en las tribunas colombianas
Para romper con la idea de los estadios para observar el fútbol, estos hinchas decidieron conformar un colectivo, dejar de ser simples espectadores y llevar su ideología antifascista a los escalones de la tribuna. La arenga, en las líneas que siguen.
“La lucha contra el fascismo es la lucha por la libertad, contra el racismo, el sexismo, el capital y toda autoridad. ¡Alerta, alerta antifascista!” Sin Dios.
El colectivo Antifa Medallo nació el 27 de junio de 2013 como un grupo de amigos perteneciente a una de las barras más grandes de Colombia, Rexixtenxia Norte 1998. Se trata de la barra popular del Independiente Medellín, la cual sólo con su nombre porta una carga ideológica sobre su forma de ser, sobre el equipo, sobre sus integrantes. Nos apartamos porque buscamos tener autonomía como colectivo, y buscamos recuperar las raíces rebeldes que siempre caracterizaron a nuestro equipo y a nuestra gente. Pero la amistad sigue y seguirá existiendo igual que antes.
Nos organizamos como colectivo político, social y cultural porque no nos sentimos conformes con el simple papel de espectadores dentro y fuera de los estadios: ver a una ciudad sumida de violencia, pobreza, corrupción, explotaciones de todo tipo. También nos cansamos de las masacres en nuestros barrios: no queremos más desaparecidos y asesinados. Nos organizamos para unificar fuerzas en contra de la represión estatal y los fenómenos propios del conflicto colombiano que impiden el libre desarrollo de nuestras vidas. El contexto de nuestra ciudad ha creado todo un panorama que torna gris nuestros días y que convierte a todos los que nos rodean en sumisos dóciles al servicio del Estado y el capital. Acá es donde levantamos nuestra voz y decimos ¡NO! a toda esa lógica de apaciguamiento, de miedo y de apatía en la que quieren convertir cada vez más todo lo que nos rodea, y en este caso, el fútbol.
El estadio es nuestro principal espacio de difusión, porque es nuestra segunda casa, donde vemos jugar al equipo que tanto amamos; ese que fue fundado por personas de la élite de la ciudad, pero que enamoró a los campesinos, obreros, estudiantes, por lo cual pasó a ser denominado “el equipo del pueblo”. El estadio es un espacio distinto y que cada ocho días congrega a miles de personas de todos los barrios, de todos los estratos socioeconómicos, todas las edades y de ideologías distintas; es el lugar donde acudimos a alegrarnos, a olvidarnos de la rutina de la semana. Pero vemos con tristeza cómo cada vez es más difícil acudir a este espacio, pues con el sueldo tan bajo de los trabajadores en este país no es posible pagar los altos precios de las entradas y el estadio poco a poco lo están convirtiendo en un beneficio de las clases más pudientes. Lo arreglan para mostrarlo al mundo en eventos de gran magnitud, como los juegos suramericanos de 2010 y el Mundial Sub 20 de 2011, para después incrementar el precio de la boletería hasta en más de un 70%. Imposible callar frente a esto.
Nos declaramos antifascistas al entender el fascismo no sólo como una ideología política estatal totalitaria, sino también como un conjunto de expresiones políticas, sociales, culturales y económicas, que permean en todas estas esferas, permitiendo así la dominación de las clases populares y la exclusión y persecución de los movimientos sociales que plantean una transformación real. Este “Fascismo social” está inserto en todos los mecanismos de control social que posee el Estado (ejército y policía), pero con más fuerza dentro de las fuerzas paramilitares que aún perviven en Colombia, bajo el nombre de BACRIM o Águilas Negras. Ese pensamiento paramilitar y fascista lo ha impulsado a lo largo de la historia de Colombia tanto la iglesia, como la escuela y los medios de comunicación, este último con una mayor fuerza. Nosotros tomamos nuestro amor por el fútbol y por nuestro equipo como una forma de luchar contra la autoridad, teniendo como espacio de lucha y de formación cultural y política los estadios y cada lugar posible. Retomamos así los viejos valores y sentimientos tradicionales del fútbol, como deporte practicado por el pueblo y para el pueblo, lejos de las grandes vallas publicitarias de bancos y grupos empresariales, lejos de las grandes estrellas del fútbol mundial, que aunque nos guste su juego, sabemos que ya no juegan con la pasión de nuestros viejos ídolos. Ellos, que con su magia y esfuerzo, hicieron grande nuestro equipo: el argentino José Manuel “El Charro” Moreno, ese que muchos consideraban el mejor del mundo (por encima de Diego Armando Maradona o de Pelé); nuestro gran goleador, el máximo anotador en la historia de este hermoso equipo, José Vicente Greco; Hernando “Canino” Caicedo; Héctor “Canocho” Echeverri; ese loco llegado del sur del continente, el jugador del cual nuestros padres hablan y les brillan los ojos, “el dueño de la raya”, Omar Orestes Corbatta; ese gran arquero, el guardián del arco poderoso en los dos primeros títulos del club, Efraín “El Caimán” Sánchez; y muchos más que dieron todo por la camiseta, por el simple hecho de amar el futbol y su magia que atrapa todo a su paso como todo lo bueno y lo malo que sucede en este surrealista, pero querido espacio de tierra llamado Medellín.
Por otro lado no solo identificamos al Estado, al fascismo y al capitalismo como nuestros enemigos en potencia, sino a uno más claro todavía, que recoge en sí elementos de cada uno y es hoy en día el peor enemigo del fútbol: la FIFA. Reconocemos a la FIFA como el ente encargado de dejar al fútbol en las garras de las multinacionales, y de fomentar una “cultura” y manera de verlo como si fuera una obra de teatro o un espectáculo de Ópera, sentados en silencio, con cámaras por todos lados, grandes y costosos operativos de seguridad y, sobre todo, la censura, de la cual nosotros mismos hemos sido víctimas al manifestarnos en las gradas contra la represión, contra el fascismo y contra la maquinaria capitalista.
Somos propulsores de otra forma de ver el fútbol, reivindicamos el fútbol popular, las gradas llenas de trabajadores, jóvenes rebeldes, estudiantes, padres, madres, mujeres, y un par de cervezas para compartir.
Muchos de estos grandes jugadores que mencionamos anteriormente salieron de las entrañas de la miseria, de las calles, del fútbol sin Adidas, del verdadero fútbol, y entiéndase verdadero no refiriéndose al fútbol “oficial” como algo falso, sino como algo que al pasar de los años y a medida de que se ha ido vinculando a las lógicas del mercado ha ido perdiendo su esencia y se ha convertido poco a poco en la valla publicitaria de las grandes multinacionales del mundo. Los jugadores desde niños aún no tienen la suficiente conciencia de su papel como individuos en el mundo y ya tienen en su frente un destino y un precio que cada vez se vuelve mayor. Por esto siempre nos ha parecido importante resaltar el fútbol del barrio, el que no se ve condicionado por espacio, tiempo, dinero, ni reglas. Aquél fútbol sin árbitro donde se resalta lo mejor de cada quien, lo mejor de este fenómeno que hace mucho paso de ser un simple deporte.
Invitamos y esperamos a que cada día sean muchas más las hinchadas que se sumen a trabajos como el que venimos realizando. Que en cada ciudad, en cada país, en cada estadio se escuche siempre una voz de protesta en contra de un sistema que nos oprime y que quiere acabar con ese deporte que tanto nos gusta. Que el grito en contra del fascismo nunca se deje de escuchar, pero no se quede sólo en un grito sino que con este vengan acciones que nos respalden.
Que los estadios sean la voz de la inconformidad, la rebeldía y las ansias de libertad e igualdad, esa que muchos piensan que tienen porque votan cada cuatro años a su explotador de turno, el cual sólo actuará en favor de sus intereses y el de su clase, dejando al pueblo sumido en miseria.
En las tribunas y en la cancha seremos rivales, nuestros colores nos separarán, pero es importante que entendamos que en la calle tenemos que estar unidos, no dejarnos dividir por esa clase dominante que se ríe mientras nosotros nos olvidamos de que tenemos una lucha conjunta.