Colombia humana, un proyecto colectivo más allá de Petro.
Hace algunos días un profesor de secundaria cuestionaba mi opción electoral para la presidencia de la república, que coincide con la suya, reseñando mis constantes cuestionamientos de fondo y forma a la alcaldía de Gustavo Petro. Efectivamente, afirmo, no fue un cuestionamiento puramente discursivo o retorico, como los que pululan por redes sociales virtuales. Siendo contratista e integrante del movimiento territorial del sur de la Ciudad convoque movilizaciones, interpuse recursos legales y participe en agudas mesas de interlocución con la Bogotá humana; desde los cabildos que alimentaron el plan de desarrollo ubicamos sendos vacíos que posteriormente fueron ratificados por la realidad.
Sin embargo, respondí a mi interlocutor, los ejes estructurantes del plan de gobierno y la formulación del ME POT, tristemente saboteado y ultimado en el consejo de Bogotá, recogió gran parte de las expectativas y agendas de las organizaciones del campo popular. Durante cuatro años, las expresiones organizadas, encontramos una alianza temporal en la visión de Ciudad desarrollada por Petro, distanciándonos su baja ejecución, improvisación y desajustes evidentes en la política pública adelantada. Aun así los habitantes de las periferias extrañamos programas impulsados por su plan de gobierno, que deberían ser políticas de Estado, en materia de restitución de derechos, lucha contra la segregación socio-económica y espacial, mitigación y adaptación al cambio climático u ordenamiento territorial alrededor del agua. Entendimos, a fuerza de golpes, que Petro no acabaría con la explotación capitalista, ni derrocaría el régimen elitista que nos mal gobierna; por el contrario, aunque suene básico, puso en evidencia, como lo hace hoy, conflictos socio-ambientales propios del modelo de desarrollo impuesto en la Ciudad y el país, que obstaculizan la materialización de una paz integral.
Estoy convencido que eso es lo que precisamente necesitamos: politizar al país real, polarizarlo dirían algunos, entender que existen múltiples modos de administrar lo común; desnaturalizar la democracia restringida y mafiosa imperante; reclamar justicia social, abandonando la demagogia discursiva de la seguridad y el terrorismo; desenmascarar los responsables de la crisis multidimensional que padecemos las mayorías y poner en función las utopías-viables, de las que hablaba paulo Freire.
Seguramente Petro no hará la reforma agraria, redefinirá la arquitectura institucional, efectuará constituyentes territoriales, acabara con las mafias anquilosadas en lo público o instalará paneles solares hasta en el “nido de la perra”. No. Petro es resultado de la oportunidad política actual, traducido en una vía posible para romper la anomia general y empezar a construir una democracia plebeya, un poder social que alcance las reformas aplazadas y cimente las bases de una nueva Colombia. No es el caudillo todo poderoso que nos llevara a un nuevo estadio civilizatorio, es si, la bisagra para avanzar en una correlación de fuerzas favorable para que el constituyente primario confronte al poder constituido. Si tenemos la audacia, Petro es el primer paso para construir un proyecto de sociedad distinto, por ello mi voto es por él, para que más allá de sus contradicciones propias nos volquemos a edificar la Colombia Humana.
Julian Arana