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Quebrada Limas: otra vena abierta en Ciudad Bolívar


Llegando a la localidad de Ciudad Bolívar, ubicada al sur de Bogotá, en medio de sus montañas carcomidas por la minería a cielo abierto o saturadas de casitas humildes situadas en sus empinadas montañas, se divisa la cuenca de la quebrada Limas, uno de los cuerpos de agua del territorio y afluente del río Tunjuelo, un ejemplo de crecimiento desorganizado y del desarrollo capitalista, que muestra a lo largo de su cauce las consecuencias de un modelo extractivista que atenta contra la vida, un testigo más de la injusticia ambiental que vive el sur de la ciudad.

Decidimos recorrer la quebrada y comprobar el deterioro ambiental causado por la segregación a la que ha sido confinada la localidad, sumándose a varios problemas que afrontan como el botadero de basuras distrital de Doña Juana, las curtiembres y la minería nacional y transnacional. La quebrada Limas recorre una distancia de 10.5 km desde su nacimiento en la vereda de Quiba a 3300 msnm en la parte alta y rural de la localidad, hasta su desembocadura en el río Tunjuelo a 2550 msnm en los barrios San Francisco y Candelaria, atravesando de occidente a oriente la populosa localidad.

Comenzamos el recorrido desde la cuenca baja de la quebrada, escenario de algunos desastres naturales, como las avalanchas registradas en los años 2003 y 2004, donde la corriente arrastró varias viviendas a su paso. Actualmente el distrito desarrolla una adecuación a la ronda de la quebrada para transformarla en un parque lineal, modificando su cauce natural y generando el desplazamiento de alrededor de 100 familias.

La parte baja de la cuenca ha resistido al proceso de urbanización desorganizado, pues a escasos centímetros del cauce de la quebrada se construyeron barrios históricos de la localidad como San francisco y Juan José Rondón y otros barrios nuevos como Bellaflor, muchos de estos son asentamientos irregulares y no cuentan con servicios básicos de acueducto y saneamiento.

La injusticia a la que someten al sur de la ciudad presiona y contamina la quebrada que ha logrado resistir; aún se ve en un mural pintado al lado de la quebrada “se viene el parque minero-monstruo arrasador. Quiba amenazado el patrimonio ambiental y ​ cultural. Prohibido olvidar!” como profecía del inminente riesgo que corría el preciado líquido por causa de la minería y mandatando una primera tarea: prohibido olvidar.

Seguimos subiendo las empinadas calles del territorio y encontrándonos con un paisaje polvoriento y con las montañas otrora verdes, hoy solo trozos de piedra amarilla ya sin capa vegetal. Son las canteras de arena y material de construcción: un monstruo llamado Cerro Colorado, que empeora el paisaje como parece caries que corroe la montaña con su avance. Las canteras generan erosión del suelo, cárcavas y perdida en la capacidad de recepción, absorción y almacenamiento del agua, lo que produce la escorrentía en época de invierno, generando tragedias y pérdidas a los humildes pobladores. La minería en el territorio no es nueva, ya sabemos las consecuencias de esta práctica, el río Tunjuelo ha sido desviado en dos ocasiones para el beneficio de las multinacionales mineras Holcim y Cemex, desastre ambiental que hasta hoy permanece en la impunidad.

Ya en la cuenca alta de la quebrada vuelve a cambiar el paisaje y se transforma en rural, es la vereda de Quiba, en esta zona la quebrada enfrenta la presión de la agricultura y los atisbos de la urbanización que comienza a mostrarse en este paisaje rural que aún conserva varias especies de aves endémicas y migratorias; así como especies arbustivas únicas del ecosistema andino. Cuando llegamos a la vereda se nota de inmediato el olor fétido emanado del botadero de basura Doña Juana, situado a pocos metros; una injusticia ambiental y social que se suma a los desastres que han enfrentado los pobladores de esta popular localidad.

El botadero lleva 30 años en funcionamiento y el olor se ha vuelto insoportable para los pobladores de Mochuelo y Quiba, y en general a todo el sur de la ciudad. Pese a las adversidades los quibeños son gente amable y trabajadora que siempre tienen abiertas sus puertas a los visitantes.

La penosa situación a la que ha sido sometida la quebrada es consecuencia de la falta de planeación del mal gobierno capitalino, que no toma en cuenta el potencial ecológico del territorio y nunca ha considerado las demandas de sus habitantes a los que nombran despectivamente “Ñeros”. Por el contrario, en sus decisiones político administrativas ha privilegiado los intereses económicos sobre los derechos de los habitantes y los derechos del agua.

Considerar el agua como sujeto de derechos garantiza la protección de los ríos, las zonas de recarga, los ecosistemas estratégicos y en general todo el ciclo hidrológico. Esta postura es integrar los ciclos del agua al ordenamiento territorial y a los planes de vida de las poblaciones, es asumir una actitud ética de cuidado y respeto con los ecosistemas naturales para nuestra propia supervivencia.

Una propuesta razonable y viable es el Pacto Urbano Rural para el sur de Bogotá, en el cual las comunidades tienen propuestas como el Parque Agropolitano y el Parque Ecológico Cerro Seco, apuestas territoriales que buscan la conservación comunitaria y popular de los ecosistemas claves para el ciclo hidrológico en general y el mantenimiento de la quebrada Limas en particular, al quedar en su zona de influencia. Éstas propuestas territoriales y comunitarias pueden ser el comienzo para incluir los derechos del agua al ordenamiento territorial y proteger el líquido clave para nuestra supervivencia.

Pero esta tarea no es fácil si tomamos en cuenta la lógica con la que actúa la administración distrital de Enrique Peñalosa y la nueva presidencia de un enemigo declarado de la naturaleza como lo es Iván Duque; esta responsabilidad histórica con las nuevas generaciones recae sobre los movimientos sociales del territorio y de la ciudad; en este sentido la profesora Vandana Shiva nos advierte “Que el agua sea amenaza para la vida o sustento de esta depende en gran medida de que los movimientos que claman justicia climática puedan poner fin a la contaminación ambiental y lograr que los países y las empresas bribonas actúen dentro de los límites de la responsabilidad ecológica.”

Así, los movimientos sociales y ambientales debemos tener la capacidad de recoger ese sentido ecológico que despertó la candidatura alternativa de Gustavo Petro para la presidencia, hacer eco de las voces que le apostaron a una Colombia con derechos para la naturaleza y ecológicamente sustentable. Además de lograr la unidad y la movilización necesaria para incidir en el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá, en la pelea por el derecho a la ciudad y en la lucha contra el fracking, es decir, una Colombia con derechos para el medio ambiente y sus ciudadanos.

El futuro se ve adverso, pero el filósofo de Tréveris nos da

una pista: ¡oprimidos del mundo uníos!

Por: Elkin Barrera

Fotos: Sebastián Peñuela

Colectivo Al Timón

Mesa Ambiental No le Saque la Piedra a la Montaña


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