‘Survamos’: resistencia artística en Ciudad Bolívar contra la minería y la estigmatización
Un parche de seis jóvenes artistas urbanos, a punta de pintadas en los muros de esta localidad del sur de la capital, lucha día a día por generar identidad en su territorio y por levantar la voz frente al daño ambiental y la delincuencia. Desde 2013, cuando arrancaron con su trabajo, no han parado de crecer, llegando incluso a exponer su trabajo en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Hace unos años, en el corazón del barrio Nueva Colombia de la localidad de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, varias casas alrededor de la quebrada Limas fueron demolidas por estar ubicadas en zona de alto riesgo. A la demolición la siguió el abandono y este espacio de la quebrada se convirtó en una trinchera para delincuentes, en el principal foco de atracos del barrio. Ante ese panorama y la negligencia y el desinterés de las autoridades, Esteban Restrepo (Luca), un joven de 27 años y habitante del sector, salió con la idea de montar un museo libre para recuperar el lugar, un proyecto que tenía en mente para presentar como trabajo de grado.
La idea se le salió un poco de las manos y en 2013 se convirtió en el festival Museo Libre, que en su primera edición tuvo 13 participantes. “No pintamos solo alrededor de la quebrada sino que tuvimos que esparcirnos por todo lado. La mayoría de los festivales duran dos o tres días, este duró un mes y fueron 150 muros intervenidos”, recuerda Luisa Zarta, mejor conocida en la movida del arte urbano como Maga, una joven del barrio Nueva Colombia que le siguió la cuerda a Esteban en su proyecto. Como Maga, a la iniciativa se unieron jóvenes artistas de vocación como Wilson Niño (Inzekto), Nicolás Raymond (Óptimo), Deisy Hernández (DK) y Werc, quienes se animaron a meter las manos en medio de un ‘masacote’ de insuficiencias y vacíos institucionales. A partir de la experiencia con el primer Museo Libre, se unieron bajo el nombre de Survamos, una organización comunitaria que a través de intervenciones artísticas busca contrarrestar dinámicas como las que ocurrían en la quebrada, generando arraigo e identidad hacia el territorio.
“Todo se da como un modo de resistencia a ser tildados como los ‘putos ñeros’. Cuando yo estaba en la universidad me daba pena decir que era de Ciudad Bolívar, entonces decía que era de El Tunal”, explica Esteban, quien con sus ojos también ha evidenciado las afectaciones generadas por la acción de la empresas mineras en la zona. Además de la inseguridad –los homicidios de jóvenes en la localidad van en aumento: entre enero y febrero este año fueron asesinados 22, tres más que en el mismo periodo del año pasado, según datos del Grupo de Información de Criminalidad (Gicri) de la Dijín de la Policía- y el microtráfico de estupefacientes –que incluso ha llegado a establecerse dentro de las instituciones educativas de la localidad-, el daño ambiental ocasionado por la actividad extractivista y el mal manejo de basuras son dos de las problemáticas que más afectan a esta localidad.
Según el informe Ciudad Bolívar: la historia de una lucha colectiva, publicado en 2015 por el Centro de Memoria, la minería en esta localidad existe desde 1945 y “en el presente se explotan materiales de construcción como arena, recebo, grava, piedra, arcilla, también hay industria transformadora que fabrica ladrillos y concreto”. Dichas explotaciones, continúa el informe, “han generado grandes afectaciones ambientales y sociales debido al uso indiscriminado y antitécnico de los recursos tanto de las minas legales como ilegales ya que no cumplen con las normas o explotan por fuera del área establecida en los títulos mineros”. Por otro lado, frente al mal manejo de basuras en el relleno Doña Juana, un estudio de la Universidad Antonio Nariño evidenció afectaciones como un decrecimiento poblacional en el Mochuelo Alto superior al 50%. En 2004 en la zona había 2.200 habitantes, en 2009 el número se redujo a 821 personas y en 2015, cifra que se ha mantenido en los dos últimos años, la población bajó a 728 habitantes.
Como respuesta a esas realidades incómodas y gracias a un palpable sentido de lo popular, Ciudad Bolívar ha visto emerger proyectos que desde el arte y la música han trabajado para mitigar estas problemáticas, como los chicos de Survamos, quienes se unen a esas herramientas alternativas enfocadas en el arte como una salida a las drogas o la delincuencia, y que concientizan sobre las afectaciones ambientales. Así, eventos como el Sur – Fest, un encuentro internacional de grafiti creado por el grafitero K-no Delix, y el establecimiento de espacios culturales como Área 19, fundado por el artista urbano Notable Salazar y que sirve de punto de encuentro para la comunidad hip hop, o de Labzuca, un espacio de formación y producción de y para raperos, han logrado que en esta localidad se respire otro aire, uno lleno de expresiones artísticas.
Desde que se fundó el festival Museo Libre, este no ha parado de crecer y afianzarse como una de esas opciones culturales para los jóvenes. En la segunda edición participaron 70 personas y de ahí en adelante siguieron llegando artistas, académicos, writers, gente áspera del grafiti como M.A.L. Crew y pelados del barrio que querían pintar. En cinco ediciones del festival, barrios de la localidad como Vista Hermosa, Nutibara, La Esmeralda, Manitas, Juan Pablo ll, Villa Gloria y Capri se han transformado gracias a las intervenciones de Luca, Maga, Inzekto, Óptimo, DK y Werc, quienes aportan cada uno desde su experiencia y trayectoria.
Además de su gestión cultural dentro de Survamos, Luca le jala a las piezas de muralismo y a producciones demográficas personalizadas, y entiende el arte como una misión espiritual y edificante para la humanidad. Inzekto es un artista gráfico empírico con habilidades en serigrafía, que además hace clown y se siente atraído por aquellos espacios que nadie ve como un lienzo. Maga es una artista urbana empírica que intenta que el contenido que produce siempre tenga un alto contenido social, mientras que DK trabaja en la asociación Fortaleza de la montaña y ha participado en actividades de muralismo contra el fracking en Guasca, Cundinamarca. Óptimo combina el arte urbano con su conocimiento académico, pues es arquitecto urbanista de la Universidad Nacional. Werc, el más joven del parche, es un pelado de 16 años que ha crecido y aprendido al ritmo del proyecto de Survamos.
Como colectivo, estos jóvenes han ido ganando terreno después de una mala experiencia en 2015, cuando suplantaron su proyecto del Museo Libre y unos timadores lo presentaron ante Idartes, ganándose una beca de la que solo compartieron una mínima parte con Luca, Inzekto, Óptimo y los demás organizadores. En 2016, Survamos se craneó el proyecto ‘¿Qué es lo que somos?’, cuya intención era encontrar el origen de los imaginarios de la localidad, uno de ellos la inseguridad. Para esta iniciativa realizaron una convocatoria que atrajo gente no solo de Ciudad Bolívar sino también del Centro, San Cristóbal y de otras localidades. La llegada de gente de otros sectores los motivó, ya que vieron que su trabajo no era solamente para su comunidad.
El resultado de este laboratorio gráfico fue hacer memoria y recordar el origen de las familias del territorio, el sentido y la importancia de la naturaleza, además del protagonismo de la montaña como arraigo de la identidad. También, al finalizar el laboratorio, publicaron el fanzine ‘¿Qué es lo que somos?’. A parte de sus actividades en la ciudad, también han viajado a territorios como Pijao, Cumaral y Cajamarca, donde el año pasado participaron en pintadas en contra del extractivismo y con la finalidad de concientizar a la gente sobre las consultas populares que se estaban llevando a cabo para decidir sobre la actividad minera. Durante ese viaje crearon lazos y compartieron experiencias con colectivos como Boicot de Cumaral, COSAJUCA de Cajamarca, y Decolonizando la Jagua de la Jagua, en el Huila.
A comienzos de este año participaron en La Toma del Mambo, lo que les permitió exponer su trabajo ante un público más amplio. Allí, entre otras cosas, mostraron una maqueta en la que se evidenciaban las principales problemáticas demográficas del espacio que ocupa Ciudad Bolívar en la capital. Según recuerda Óptimo, el rol de Survamos en La Toma del Mambo fue representar a un sector que no está en la rosca del arte, porque la gente generalmente usa la cultura para hacer dinero mientras que en el colectivo la idea es usar el dinero para hacer cultura. “La gente empezó a sentir identidad por su barrio porque lo veían bonito, eso los hace sentirse arraigados a su espacio. Empezaron a limpiar sus cuadras… tenemos que aprovechar para decirle a las que esto es lo que somos, que lo conozcan y lo defiendan”, agrega Inzekto.
Después de esa experiencia, Survamos está metiéndole la ficha a su taller de serigrafía, lo que les va a dar la autonomía para producir el contenido en su propio espacio, y así continuar denunciando a través de la gráfica las inconformidades que se hacen latentes. “La gente no sabe que somos la entrada al páramo más grande del mundo (Páramo de Sumapaz) pero las empresas sí. Ahora viene una empresa que se llama Aguas de Barcelona, o que es la dueña de Aguas de Barcelona, a supuestamente a invertir en Doña Juana, que está en la parte alta de Mochuelos, es decir, a los pies del páramo. ¿Vendrán por la basura o por el agua?”; se cuestiona Luca, mientras asegura que el trabajo es y seguirá siendo incansable con el fin de establecer una comunidad consciente y unida.
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