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EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE CRISIS SOCIAL Y DE SENTIDO

“Es cierto que la libertad es algo precioso, tan precioso que debe ser racionada cuidadosamente” Lenin.

Como maestros y maestras, diariamente enseñamos y aprendemos. En la escuela, en la comunidad, con nuestras familias y en general en la vida cotidiana. El problema es que muchas veces olvidamos la reflexión pedagógica de lo que hacemos y como lo hacemos. Se trata del sentido profundo de la educación insertada en un momento histórica determinado. Y el momento histórico en el que nos encontramos es de una crisis profunda, que ya tiene rasgos patológicos. La educación emancipadora debe luchar contra un modelo que controla y limita la vida, al tiempo que la produce de forma precaria. Por ejemplo en la capital del país en donde más de la mitad de sus habitantes viven de la informalidad; es decir su vida está sujeta a las ventas del día a día, los alimentos de los niños y las niñas depende la de oferta y demanda cotidiana, así como su vivienda, cultura y salud. En resumidas cuenta un día puedes comer y el siguiente quizá no.

Las escuelas públicas de Bogotá deben enfrentarse a cuatro variables: contexto, motivación estudiantil, capital cultural de los padres y el trabajo docente. De manera sucinta podemos decir que la mayoría de niñas, niños y jóvenes se encuentran insertos en contextos difíciles, con abuso físico o psicológico, viviendo con su madre o padreo incluso con sus abuelos, en barrios populares sin oportunidades y con conflictos sociales, políticos y económicos. Por esta razón la motivación estudiantil muchas veces se ve golpeada. ¿Qué sentido tiene permanece más de once años en una escuela, si la probabilidad más alta es que saldrán a engrosar las filas del desempleo? ¿Qué motivación puede generar las cifras oficiales que hablan de que solo cuatro de cada diez jóvenes que inician una carrera la pueden terminar, y que de solo uno de esos cuatro conseguirá un empleo de manera rápida? Sumado a estas dificultades los padres y madres de nuestros estudiantes que se formaron en un contexto aún más adverso que el anterior no cuentan con el capital cultural para acompañar todas las actividades de sus hijos e hijas. Bajo este panorama, y siendo autocritico un número importante de maestros y maestras caen en la apatía y el pesimismo, enseñando contenidos y cumpliendo con lo justo. Otro número importante luchando incansablemente por sobre poner a todas las adversidades, para que los niños, niñas y jóvenes construyan un proyecto de vida individual y colectivo.

La coyuntura del Covid 19, puso en evidencia de manera más nítida las profundas asimetrías en las que vive nuestra sociedad. Quedarse en casa no es igual para una madre cabeza de familia de tres niños que trabaja en vigilancia, que la presentadora de un noticiero de los canales más importante del país. Y sin ser comunistas se trata de que la primera tenga las condiciones mínimas para cumplir la cuarentena, sin morir de hambre o dejar en el abandono a sus hijos. Por esta razón el día 22 de abril cientos de organizaciones sociales, sindicales y políticas, junto con algunos concejales y ediles de Bogotá radican una carta a la alcaldía distrital, suscribiendo propuestas que por lo menos mitiguen las asimetrías y permitan que las grandes mayorías puedan permanecer en casa con condiciones para una vida digna.

Ahora bien, en el tema educativo, esta pandemia nos invita de nuevo a pensar el proyecto político y pedagógico de la ciudad. En ese sentido ponemos a consideración algunas ideas frente a la construcción de una propuesta político educativa para las escuelas de Bogotá urbana y rural:

  1. Pedagogía traducida por los romanos como Humanitas significa la construcción de la decencia o dignidad humana. Esto quiere decir que educar pasa porque maestros y maestras, comunidad educativa y estudiantes tengan claro una propuesta de sociedad, de barrio y de territorio. Más allá del formalismo de los PEI, se trata de realizar permanentemente un dialogo pedagógico entre todas y todos para diseñar el barrio, la cuidad y el país que soñamos. Sin este principio estaremos enseñado contenidos carentes de sentido y sin resultados reales en el mejoramiento de la calidad de vida.

  2. La educación pasa por enseñar una parcela de la realidad, que hace parte de un conocimiento más amplio y científico. Es decir cuando enseñamos historia, no podemos pretender que los niños y niñas de sexto sean historiadores; cuando enseñamos química en grado decimo, no podemos esperar que se conviertan en químicos puros en el aquí y en el ahora. Enseñamos saberes que deben estar situados en un contexto, y no podemos reprobar de manera sistemática a nuestros niños y niñas por no alcanzar estándares con los que se miden los colegios de alto nivel de las clases altas. El principal papel de la escuela pública es salvar vidas y arrebatárselas a la desigualdad social y el segundo papel es educar para el buen vivir y no para la competencia académica.

  3. No hay educación sin didáctica. La didáctica es la que dota de sentido el que hacer educativo. Es la que aterriza un saber complejo a una práctica sencilla. Los maestros y las maestras debemos reinventar las formas de enseñar. Y reinventar la formas de enseñar no significa más trabajo, ni hacer cosas novedosas. Se trata de resignificar prácticas que dotan de sentido a la vida y que la humanidad ha hecho a lo largo de su historia: el juego, el teatro, la danza, la escritura libre y la música. Como incorporamos estas prácticas a nuestras clases de manera cotidiana y la hacemos parte esencial de la practica pedagógica.

  4. Resignificar la nuevas tecnologías. Generalmente gastamos más de veinte minutos de nuestras clases apagando celulares, o luchando contra ellos para que nos presten atención. Cuando en realidad a través de ellos podemos enseñar y aprender. Sin lugar a dudas necesitamos más formación en el uso pedagógico de estas herramientas. Que nuestros estudiantes y nosotros mismos generemos contenidos audiovisuales sobre los diferentes campos del saber. sin embargo se necesita condiciones de infraestructuras y voluntad política de todas las partes.

El papel del movimiento sindical y pedagógico es conservar las garantías y conquista alcanzadas, avanzar en el cumplimiento de los pliegos de peticiones, pero de la mano de una propuesta educativa que condense el modelo de país que sueñan nuestras comunidades educativas. Sin la sistematización de ese sueño, siempre quedaremos ante la opinión pública como un gremio egoísta que solo piensa en sus propios intereses. La tarea es ardua, iniciemos ahora.

Noticiero Barrio Adentro
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